“Vivimos en una sociedad plural y democrática, pero lo que no está tan claro es que vivamos una sociedad dialogante”. Así ha subrayado a Vida Nueva el director de la Asociación Claver, Josep Buades Fuster la necesidad de establecer nuevos lazos de diálogo en una sociedad como la española, marcada por la pluralidad. “En una sociedad en la que existe esta dificultad, el dialogo interreligioso supone una buena oportunidad a modo de entrenamiento para un dialogo más amplio entre los que compartimos la condición creyente y las personas que no la comparten”, añade.
Buades ha dado comienzo hoy, 2 de abril, la primera Jornada sobre Tradiciones Religiosas y Paz, organizada por el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) junto a la Fundación por la Justicia, pronunciando la ponencia ‘Las religiones y el bien común’.
Durante su conferencia, Buades ha reflexionado sobre la importante contribución que pueden hacer las comunidades creyentes en España al cultivar el diálogo entre sí como preparación para uno más amplio en el debate público. Y es que el jesuita tiene la impresión de que “con mucha frecuencia dialogamos con los que tienen nuestro mismo punto de vista, nuestros valores fundamentales, nuestras opciones, nos reforzamos en quienes pensamos y sentimos lo mismo” y, sin embargo, “nos cuesta dialogar de verdad con quienes no comparten esos puntos de vista”.
Creencias en el debate público
“Hay un paso más, que es el de llevar nuestras convicciones al debate público”, apunta, es decir, “saber traducir y traspasar el mensaje religioso al social”. En este punto, los creyentes de las distintas religiones, “a medida que hemos aprendido a dialogar”, pueden también establecer conversaciones “con toda la sociedad, y enseñarla a hacerlo”.
Pero crear puentes entre opiniones diversas no es sencillo. Partiendo de “una sana expectativa sobre los frutos del diálogo”, en primer lugar es necesario, además de “tener interlocutores con quienes estemos dispuestos a hablar en clave espiritual y religiosa”, estar en un contexto que ofrezca el “suficiente margen de libertad para el diálogo”, tanto por parte de la comunidad de creyentes como en esos ámbitos en los que, “por predominar una mayoría no creyente, parece que de lo religioso no se habla, sino que queda relegado a los espacios meramente comunitarios”.
Por otra parte, Buades destaca que “uno de los principales problemas que tenemos a la hora de establecer el diálogo es que tendemos a quedarnos en la superficie por ser diplomáticos, sin darnos cuenta de que se puede no participar o estar de acuerdo con algo y, sin embargo, que esto resulte enriquecedor porque te hace pensarte a ti mismo desde otra perspectiva”. De la misma manera, el jesuita subraya la necesidad de “poner en comunicación razón y fe”, así como de conocer “la tradición del otro, los términos de esa creencia”, para evitar así caer “en confusiones y malentendidos”.