“El corazón de la Iglesia también está lleno de jóvenes santos que entregaron su vida por Cristo, muchos de ellos hasta el martirio”. Así lo reconoce el papa Francisco en el segundo capítulo de ‘Christus vivit’, la exhortación apostólica postsinodal a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios, que se ha hecho pública hoy, 2 de abril.
Para Francisco, “ellos fueron preciosos reflejos de Cristo joven que brillan para estimularnos y para sacarnos de la modorra”. A continuación, te presentamos a 12 jóvenes, de distintos momentos de la historia, que “vivieron la santidad cada uno a su modo”, que “no conocieron la vida adulta y nos dejaron el testimonio de otra forma de vivir la juventud”, según reconoce Jorge Mario Bergoglio. Estos son los 12 santos jóvenes del Papa:
1. San Sebastián
“En el siglo III, san Sebastián era un joven capitán de la guardia pretoriana. Cuentan que hablaba de Cristo por todas partes y trataba de convertir a sus compañeros, hasta que le ordenaron renunciar a su fe. Como no aceptó, lanzaron sobre él una lluvia de flechas, pero sobrevivió y siguió anunciando a Cristo sin miedo. Finalmente lo azotaron hasta matarlo”.
2. San Francisco de Asís
“San Francisco de Asís, siendo muy joven y lleno de sueños, escuchó el llamado de Jesús a ser pobre como Él y a restaurar la Iglesia con su testimonio. Renunció a todo con alegría y es el santo de la fraternidad universal, el hermano de todos, que alababa al Señor por sus creaturas. Murió en 1226”.
3. Santa Juana de Arco
“Santa Juana de Arco nació en 1412. Era una joven campesina que, a pesar de su corta edad, luchó para defender a Francia de los invasores. Incomprendida por su aspecto y por su forma de vivir la fe, murió en la hoguera”.
4. Andrés Phû Yên
“El beato Andrés Phû Yên era un joven vietnamita del siglo XVII. Era catequista y ayudaba a los misioneros. Fue hecho prisionero por su fe, y debido a que no quiso renunciar a ella fue asesinado. Murió diciendo: ‘Jesús'”.
5. Catalina Tekakwitha
“En el siglo XVII, santa Catalina Tekakwitha, una joven laica nativa de América del Norte, sufrió una persecución por su fe y huyó caminando más de 300 kilómetros a través de bosques espesos. Se consagró a Dios y murió diciendo: ‘¡Jesús, te amo!'”.
6. Santo Domingo Savio
“Santo Domingo Savio le ofrecía a María todos sus sufrimientos. Cuando san Juan Bosco le enseñó que la santidad supone estar siempre alegres, abrió su corazón a una alegría contagiosa. Procuraba estar cerca de sus compañeros más marginados y enfermos. Murió en 1857 a los catorce años, diciendo: ‘¡Qué maravilla estoy viendo!'”.
7. Santa Teresa del Niño Jesús
“Santa Teresa del Niño Jesús nació en 1873. A los 15 años, atravesando muchas dificultades, logró ingresar a un convento carmelita. Vivió el caminito de la confianza total en el amor del Señor y se propuso alimentar con su oración el fuego del amor que mueve a la Iglesia”.
8. Ceferino Namuncurá
“El beato Ceferino Namuncurá era un joven argentino, hijo de un destacado cacique de los pueblos originarios. Llegó a ser seminarista salesiano, lleno de deseos de volver a su tribu para llevar a Jesucristo. Murió en 1905”.
9. Isidoro Bakanja
“El beato Isidoro Bakanja era un laico del Congo que daba testimonio de su fe. Fue torturado durante largo tiempo por haber propuesto el cristianismo a otros jóvenes. Murió perdonando a su verdugo en 1909”.
10. Pier Giorgio Frassati
“El beato Pier Giorgio Frassati, que murió en 1925, ‘era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida’. Decía que él intentaba retribuir el amor de Jesús que recibía en la comunión, visitando y ayudando a los pobres”.
11. Marcel Callo
“El beato Marcel Callo era un joven francés que murió en 1945. En Austria fue encerrado en un campo de concentración donde confortaba en la fe a sus compañeros de cautiverio, en medio de duros trabajos”.
12. Chiara Badano
“La joven beata Chiara Badano, que murió en 1990, ‘experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor […]. La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás'”.