Cada viernes, Vida Nueva te acerca sus recomendaciones en pantalla grande (o no tanto)
Una pequeña ciudad norteamericana de provincias. Un predicador baptista (Russell Crowe) y su esposa (Nicole Kidman). Un hijo de 19 años (Lucas Hedges aguantando el tipo a las dos superestrellas australianas) que ha decidido confesarles su gran secreto: es gay. Y unos padres obligándole a participar en un programa, apoyado por la Iglesia, para “curar” su homosexualidad.
Joel Edgerton, encarnando también al terapeuta jefe con el que entrará en conflicto nuestro protagonista, dirige su segunda película a partir de la autobiografía de Garrard Conley. La historia de ‘Un chico eliminado’ que experimentó el rechazo de los suyos y de la comunidad religiosa local cuando, tras ser violado en la universidad, descubrieron que era gay. Pero, lejos de atender el verdadero delito, trataron de reconducirle a la “normalidad”.
La narración de los hechos y su puesta en escena resultan planas y previsibles. Solo su excelente reparto y algunas secuencias especialmente emotivas salvan a esta propuesta de convertirse en carne de cañón de las sobremesas televisivas. Todo se andará.
Un drama personal y familiar, sin embargo, de absoluta actualidad. Y no solo en Estados Unidos.
Son mujeres y viven en la calle, lo que a menudo las hace invisibles a ojos de la sociedad. No del cine, porque ellas son las protagonistas de esta interesante (y necesaria) comedia social. También quienes tratan de librarlas de la exclusión y ponerlas en la senda de la reinserción. Unas y otras comparten desvelos en un centro social para mujeres sin hogar amenazado de cierre.
Tras recorrer durante un año este tipo de centros por toda Francia, e inspirándose en un libro y un documental sobre el tema, Louis-Julien Petit filma un pseudocumental que se asoma con ternura y humor –nunca con falso sentimentalismo ni frivolidad– a una dolorosa realidad que nos interpela a todos.
El joven realizador galo no juzga, solo pregunta y escucha, como hacen las particulares ángeles de la guarda de estas supervivientes. Féminas de todas las edades en busca de una segunda oportunidad de la mano de un puñado de heroínas a prueba de decepciones.
Como ciertas comedias realistas del cine británico de los 90, la risa aligera la incomodidad de situaciones que claman al cielo. Pero la esperanza es “un riesgo que hay que correr”. Esta película nos demuestra que vale la pena hacerlo.
Verónica, Alice, Linda y Belle son cuatro mujeres que no tienen nada en común, salvo una deuda heredada por las actividades delictivas de sus difuntos maridos. Decididas a tomar las riendas de su destino, conspiran juntas para forjarse un futuro con sus propias reglas.
Steve McQueen –que en sus tres anteriores trabajos apostó por personajes viviendo situaciones límite: de sometimiento (’12 años de esclavitud’), adicción al sexo (‘Shame’) o huelga de hambre (‘Hunger’)– abandona la senda de los conflictos extremos para organizar un atraco y asaltar el territorio del entretenimiento. No en vano, es la adaptación de una miniserie británica de 1983 trasladada al Chicago actual.
Sin embargo, entre sus intrigas, sus giros de guión y sus escenas de acción se cuelan temas de cierto calado, como la violencia racial, las reivindicaciones femeninas, la corrupción política, la religión o la familia. Argumentos que inquietan al director y a nuestras desesperadas viudas del título, cuya rebeldía es la mejor expresión de su propia supervivencia.
Dos horas de atractivo ‘thriller’, que conjuga hábilmente elegancia formal, tensión narrativa y una importante carga de profundidad en sus mensajes.