España

Las Dominicas de Tarragona promueven un diálogo intergeneracional que deja huella





Jóvenes con raíces. Así los quiere el Papa. “Al mundo nunca le sirvió ni le servirá la ruptura entre generaciones. La existencia de las relaciones intergeneracionales implica que en las comunidades se posea una memoria colectiva. Como dice el refrán: ‘Si el joven supiese y el viejo pudiese, no habría cosa que no se hiciese’”, recoge Francisco en su exhortación ‘Christus vivit’. Este diálogo intergeneracional se hace vida entre los alumnos de 4º de la ESO del Colegio Dominicas de Tarragona y los ancianos de la Residencia Les Alzines.

‘Grandes personas, grandes experiencias’ es el proyecto de las Dominicas de la Enseñanza que desde 2014 une a jóvenes y mayores en un acompañamiento mutuo. Todos los lunes, los alumnos se desplazan durante una hora a la residencia para jugar al dominó, hacer pastas o para charlar y dar un paseo. “Cada uno tiene asignado a un anciano”, explica a Vida Nueva Isabel Gorriz, responsable de Pastoral del centro. Pero los alumnos no solo juegan, sino que aprenden. De hecho, el programa se enmarca dentro de cuatro asignaturas: Castellano, Catalán, Historia y Religión. Además, en el plano afectivo, “despierta todo un mundo de sentimientos y emociones en el adolescente”, afirma la religiosa dominica.

La idea que ha alegrado la vida de Ramona

De estos sentimientos da cuenta Ainhoa Hernández, de 15 años, que agradece las sonrisas de los mayores cuando llegan cada lunes a la residencia. “Ellos tienen mucho que enseñar y muchas veces parece que la sociedad les ha olvidado”, dice al otro lado del teléfono. Casi sin dejar paso al silencio, Ramona Ferré, de 76 años, interviene para relatar la felicidad que siente cada vez que ve a todos los adolescentes cruzar el umbral de la puerta. “Los niños nos distraen y son muy cariñosos, nos llevan a ver el mar e incluso a museos. Ellos son muy educados, es que las dominicas les forman bien”, dice la también exalumna del centro.

Los alumnos han descubierto, a través de esta experiencia, lo que los mayores pueden aportar a sus vidas. “Saben que la hora que están con los abuelos no existe el móvil, que están para ellos. Han comprendido que acompañar es saberse adaptar. Al final, aprendemos todos y encima hacemos un servicio”, recalca. Ramona toma de nuevo la palabra para, simplemente, agradecer: “Una servidora pasa en la residencia el día y el tiempo que están con nosotros se nos pasa volando. No podemos agradecerlo más, porque nos alegran la vida. Son muy afectuosos y estoy segura de que el día de mañana serán muy buenos padres y madres”.

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