Pilato, la Verónica, los ladrones, Nicodemo… Muchos de los personajes secundarios de la Pasión de Cristo cobran un protagonismo destacado en los evangelios apócrifos, aportando detalles que no encontramos en los evangelios canónicos. Bien lo sabe el jesuita Daniel Cuesta Gómez (Segovia, 1987), que no solo conoce las historias asociadas a los mismos, sino que ha decidido investigar su influencia y presencia en los pasos de la Semana Santa sevillana. Fruto de esta inquietud y de su condición de cofrade, ha nacido un libro: ‘Los Evangelios Apócrifos en la Semana Santa de Sevilla’ (Ediciones Alfar), una aproximación desde las leyendas y tradiciones recogidas en estos textos a la imaginería hispalense que procesiona durante esos días.
PREGUNTA.- Por qué un segoviano se fija en la Semana Santa de Sevilla?
RESPUESTA.- En primer lugar, porque la Semana Santa de Sevilla es una de las grandes “Semanas Santas” de España y, por tanto, es de obligado conocimiento para todo cofrade. En segundo lugar, ya más centrado en el libro, porque en la imaginería sevillana (al haberse conservado tras las crisis y ampliado en los siglos XIX y XX) aparecen muchos de los personajes secundarios de la Pasión de los que hablan los apócrifos.
P.- ¿Qué aportan los evangelios apócrifos al conocimiento y vivencia de la Pasión del Señor?
R.- La intención de la mayoría de los evangelios apócrifos es rellenar la parquedad con la que los evangelistas canónicos narran las principales escenas de la vida de Jesús, así como aportar datos de algunos pasajes de su vida privada y pública que no conocemos. En el caso de la Pasión, al estar narrada con tanto detalle en los evangelios canónicos, los apócrifos aportan datos sobre los personajes secundarios como Pilato, Claudia Prócula, la Verónica, los ladrones, etc., que son los protagonistas de mi libro.
P.- ¿En qué medida la imaginería refleja esas leyendas apócrifas en torno a los personajes secundarios de la Pasión?
R.- Tanto los ideólogos de los pasos como los imagineros buscaron siempre conocer más sobre las escenas y los personajes que representaban en sus obras. De hecho, es algo que sigue pasando. El otro día leía un reportaje sobre cómo los artífices de la escena y el vestuario del musical ’33’ habían estado buscando detalles sobre los apóstoles y los personajes que aparecen en él.
Así, los artífices de los pasos procesionales (y de otras obras de arte) buscaron en las leyendas apócrifas los detalles que no encontraban en los canónicos. Por poner un ejemplo, el personaje de la Verónica no suele faltar en la Semana Santa, pero no lo encontramos en las páginas de los evangelios canónicos. Tampoco allí se dice cuáles eran los nombres de los dos ladrones, pero, por los apócrifos, nos han llegado los de Dimas y Gestas.
P.- ¿Bebe la religiosidad popular de estas narraciones tanto como de los evangelios canónicos?
R.- No, la fuente principal de la religiosidad popular son los evangelios canónicos. De hecho, después del Concilio de Trento, la Reforma católica trató de “depurar” de muchas de estas leyendas apócrifas a la religiosidad popular y al arte. Pero había algunas de ellas que, o bien por estar muy enraizadas, o bien por ser “inofensivas” (hay que pensar que algunas leyendas apócrifas inventan historias muy fantasiosas, crueles o vengativas), lograron pasar el filtro de la Reforma católica.
P.- Hay pasos de Semana Santa que son auténticas catequesis. ¿Nos falta formación artística para comprender y vivir más profundamente estos misterios?
R.- Totalmente. No solo artística, sino también religiosa y cultural. Desde hace años, el arte religioso se encuentra en un segundo plano en casi todos los foros. En el mundo de arte, se mira con recelo por “piadoso” o “adoctrinador”, y solo se rescatan los aspectos formales, técnicos y demás. Pero, en el mundo creyente, tendemos también a mirar al arte sacro como piezas de museo.
En el caso concreto de los pasos procesionales, hemos olvidado que se compusieron queriendo transmitir un mensaje. Y así, muchas veces queremos hacer encajar en ellos nuestros mensajes contemporáneos (cosa que resulta muy forzada), en lugar de tratar de recuperar la historia que nos están narrando. Los pasos procesionales tienen muchos niveles de lectura, uno más sencillo, para la gente que era ignorante (basado más en la sangre, el dolor y las lágrimas) y otros más complejos para los que, tanto en el siglo XVI como en el XXI, hace falta formación.
P.- ¿Puede servir su libro a hermandades y cofradías para conocer mejor la historia de las imágenes que procesionan?
R.- Se trata de una lectura divulgativa y breve, cuya intención ha sido acercar a las hermandades, cofradías y a los fieles a unos textos que –pese a ser accesibles– no suelen leerse demasiado. La idea es que el libro ayude a los cofrades y a los fieles a conocer más los pasos procesionales y así poder acercarse más a Cristo, que es el verdadero protagonista de todos ellos.
P.- ¿Aprovecha suficientemente la Iglesia el tirón mediático y popular de estas manifestaciones religiosas para hacer presente su mensaje en la sociedad actual?
R.- Sinceramente, creo que no. Desde la Iglesia seguimos mirando a las cofradías con recelo y como realidades eclesiales “de segunda fila”. Es curioso, porque todos queremos inculturar la fe en nuestra sociedad y atraer a los alejados a la Iglesia, pero cuando esto se produce en la Semana Santa, decimos algo así como “esto sí, pero así no”.
Es verdad que la Semana Santa y las cofradías son una realidad ambigua y difícil de trabajar (desde ahí se entienden el desánimo y el “rechazo” de algunos), pero dejarlas abandonadas o ponerles trabas no es la solución. Hay que caer en la cuenta de que estas manifestaciones son parte de la Iglesia y en ella nacen. En la línea que está señalando el papa Francisco, en esta realidad eclesial como en muchas otras hace falta discernimiento. Muchas veces, me pregunto qué actitud tomaría Jesús ante las cofradías…