Lejos de mermar, la colocación del Altar de Dolores parece aumentar en México. Y es que, cada vez son más los templos -principalmente en el centro del país- que este Viernes de Dolores colocan este altar, continuando esta tradición que inició la Orden de los Siervos de María en el siglo XIII, en Italia.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Altar de Dolores fue introducido a América por los frailes franciscanos en el siglo XVI para fomentar el fervor a la Virgen María como parte de la evangelización de los indígenas; el primer altar habría sido erigido alrededor de 1519 por iniciativa de fray Bartolomé de Olmedo –quien acompañaba a Hernán Cortés– en San Juan de Ulúa, Veracruz.
Durante 500 años, en México ha prevalecido esta tradición en el Viernes de Dolores, anterior al Domingo de Ramos. La Basílica de Guadalupe, por ejemplo, inauguró un gran altar dentro del santuario, el cual podrá ser visitado durante la Semana Santa.
Al inaugurar el Altar de Dolores, el rector de la Basílica de Guadalupe, Salvador Martínez Ávila, explicó algunos de los signos que lo acompañan.
“La Virgen María –explicó– está en el centro del altar, pues lo que pretendemos es acompañarla y aprender de ella a través de este acontecimiento; es decir, por un lado consolarla, y por otro lado, aprender a estar al pie de la cruz con Jesús”.
También detalló que la gran cantidad de esferas y gotas de cristal representan el sufrimiento de la Virgen María. “El sufrimiento es valioso, pues es algo que transforma. El sufrimiento cristiano tiene ese sentido”, recordó.
Al referirse a las naranjas agrias con banderas doradas, apuntó que el sufrimiento de María es vida. “Sufrimiento y vida están íntimamente relacionados”.
“Y las velas labradas son signo de la vigilancia, de estar despiertos, de perseverar, mientras que el papel picado es siempre un signo que pretende alegrar, dar belleza aun a los momentos más difíciles de la vida”.
Finalmente, se refirió al trigo germinado como un signo que acompaña la mayor parte de la Semana Santa. “El trigo tiene que caer, morir, y entonces volver a nacer”.
Por su parte, la Arquidiócesis de México explicó que si bien esta tradición perdió fuerza durante la segunda mitad del siglo XX, su permanencia en la capital del país se debe en gran parte a la aristocracia mexicana en San Ángel: “en los portones que dan a las calles de San Ángel, colocaban los altares, y los niños corrían de puerta en puerta, rezando rosarios para obtener un jarrito de agua fresca”, señaló.
La Arquidiócesis también se refirió a algunos de los elementos. Por ejemplo, explicó que las flores son símbolo de vida y belleza, y acompañan a la Virgen María. “En el Altar de Dolores deben ir marchitas, y si es posible, de color morado, símbolo de la tristeza”.
Sobre las aguas de sabor, dijo que éstas deben ser de diferentes colores, en especial: blanco, verde, anaranjado y rojo, pues representan la pureza de la Virgen María, la esperanza de María en la Resurrección de su hijo, el atardecer del Calvario durante la crucifixión y la sangre derramada por Cristo para la redención de los hombres, respectivamente.
El altar también debe incluir un monograma de la Virgen, el cual se realiza con pétalos de rosa marchita, y el corazón de María atravesado por sus siete dolores, así como los elementos de la Pasión: “Los clavos, el martillo, la corona de espinas, el gallo, la esponja, el pilar, el INRI, la caña, los dados, la lanza y la cruz”.