Tres millones de cofrades en más de 10.000 cofradías comienzan este Domingo de Ramos a procesionar por las calles de toda España. Es el arranque de la Semana Santa, que se vive con profunda devoción en numerosas localidades.
Una de ellas es Daimiel, en la provincia de Ciudad Real, que ya en el siglo XVI llegó a tener nada menos que 13 cofradías. Hoy son nueve y acogen a 12.000 hermanos, una cifra nada desdeñable para una población que tiene poco más de 18.000 almas. De ellas hablamos con Francisco Javier García Simal, expresidente de la Junta de Hermandades de Semana Santa de Daimiel y hoy al frente de la más antigua de esa localidad: la Cofradía Sacramental de Señores 33.
PREGUNTA.- Las Hermandades de Daimiel tienen una arraigada dimensión social. ¿De dónde les viene?
RESPUESTA.- Surgieron como agrupaciones gremiales, es decir, de personas de un mismo oficio, encomendándose a un culto o devoción determinado. También les servía para defender sus intereses como trabajadores. En el fondo, se trataba de una especie de segunda familia, y sobre todo, de un apoyo a personas que lo habían perdido todo. En algunos estatutos u ordenanzas antiguas se obligaban a mantener, si fuere necesario, a la viuda y/o hijos del miembro fallecido.
Después, cuando los miembros ordenados de la Iglesia comienzan a tomar conciencia de que esta debía atender los cuidados y sanación de enfermos, surgen cofradías y hermandades que adoptan este servicio como propio y se organizan, también en Daimiel, para este tipo de tareas de cuidados a enfermos. En general, actuaban como hospitales, llevando a cabo curas de heridas, partos, operaciones e incluso investigaciones.
Así, algunas hermandades y cofradías daimieleñas también se dedicaron a la enfermería y a la incipiente medicina. Como ejemplo, en 1575, la Hermandad Sacramental de los 33 del Corpus Christi tenía un pequeño hospital a su cargo, en el que se recibía y curaba a los pobres y enfermos.
P.- A nivel general, en España, esta es una dimensión que se vivía más de puertas hacia dentro, entre los miembros de la propia hermandad. Sin embargo, en los últimos años, se está viendo un mayor compromiso con “los de fuera”. ¿A qué se debe?
R.- Cierto es que las obligaciones estatutarias nos invitan a los miembros de cofradías y hermandades a tener en cuenta los menesteres básicos de los miembros necesitados. Asimismo, es cierto que no nos conocemos todos los integrantes de cofradías y hermandades, por lo que nunca estaríamos seguros de obrar con ellos; es más fácil extender esta conducta a todos nuestros prójimos. La cofradía o la hermandad puede obrar así institucionalmente, pero los miembros de a pie creamos jurisprudencia cuando extendemos la caridad a todos. Por tanto, tomar conciencia de este hecho no depende de que lo queramos o no. Se toma desde la tradición cristiana, desde la raíz del ser de cofradías y hermandades; las nuevas también aspiran a ser como las seculares, pues la antigüedad es muy tenida en cuenta en su ámbito.
P.- Este compromiso concreto con el prójimo, ¿cómo afecta al cofrade?
R.- Es natural en su actuar. Nadie dentro del seno de estas asociaciones pone en tela de juicio los esfuerzos económicos que responden a la dimensión fraterna de la cofradía o de la hermandad. Es más; cada vez que se conoce una necesidad de un miembro, o no, de la cofradía o de la hermandad, automáticamente el engranaje de nuestras cofradías y hermandades se pone en marcha, sus miembros se ponen manos a la obra hasta conseguir, casi siempre, el fin propuesto.
Por tanto, cada miembro se siente “orgulloso” de que “su” cofradía o hermandad actúe en pro de los más necesitados, estén cerca o lejos. Es decir, sean más o menos prójimos.
P.- A nivel general, ¿cree que la sociedad española percibe que las hermandades son algo más que un grupo de personas que se visten de una manera determinada en Semana Santa y que se preocupan por los problemas de los demás, o que siguen viviendo en una especie de realidad paralela?
R.- Desde luego que estas actuaciones, más o menos importantes, encaminadas a mejorar la vida de nuestros prójimos, aunque se encuentren a miles de kilómetros –como en el caso de los numerosos apadrinamientos de niños que tienen las hermandades y cofradías de Daimiel en Latinoamérica– tienen eco en una sociedad cada vez mas hedonista y narcisista.
Gracias a Dios, en los últimos tiempos, estos actos de caridad cristiana son testimonios que favorecen la presentación del Evangelio a quienes no lo conocen o ponen en duda la verdad de la Palabra. En el otro lado, las cofradías y hermandades saben que estos actos son también buenos estandartes de su quehacer estatutario, tradicional y devocional. La sociedad, cada vez más, ve en cofradías y hermandades una buena cara de la Iglesia.