Las impresionantes imágenes en vivo del incendio que arrasó buena parte de la catedral de Notre Dame, en París, el pasado lunes 15 de abril, ha motivado la meditación del obispo auxiliar de Cali, Luis Fernando Rodríguez Velásquez, en el marco de esta Semana Santa.
Al contrastar la tragedia de Notre Dame con la narración de la muerte de Jesús en el evangelio de Lucas, cuando “el velo del templo se rasgó por medio… y toda la gente que había acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvió dándose golpes de pecho”, Rodríguez Velásquez sugiere que “seguramente esos fueron los mismos sentimientos de dolor del pueblo católico de París y, en general, de los católicos del mundo”.
“856 años de historia amenazaban ruina”, recuerda el obispo auxiliar de Cali, sin dejar de considerar lo que representa este lamentable incendio desde otras ópticas –además de la fe y la espiritualidad–, como la cultural, la patrimonial, la artística y la histórica.
Sin embargo, para el prelado “los signos de los tiempos son claves para descubrir el paso del Señor por nuestra historia”, y aunque “muchas serán las lecturas de este ‘espectáculo’”, Rodríguez Velásquez asegura que tras el fuego de Notre Dame emerge “la invitación del Señor a renovar, por un lado, la fe, y por otro la confianza en el Señor y en su amantísima Madre, que lloran las cenizas que produce el pecado, pero pueden hacer de ellas algo nuevo”.
Renovar la fe y la confianza en Dios y en María es, de este modo, la lección que deja el incendio de Notre Dame para esta Semana Santa. Así interpreta el obispo auxiliar de Cali el hecho de que ni la cruz dorada del altar mayor ni la imagen de la Pietà hayan sido alcanzadas por las llamas.
“A sus pies quedaron las ruinas del incendio”, asevera Rodríguez Velásquez, evocando lo expuesto por el arzobispo de París durante la misa crismal, en el templo de San Sulpicio, manifestando “entender mejor a san Francisco de Asís cuando escuchó el llamado del Señor para reconstruir la Iglesia, toda entera”.
En este Viernes Santo el mundo católico medita en la pasión y muerte de Jesús. Sin embargo, la muerte o, si se quiere, el pecado, no tienen la última palabra como lo expresa el obispo auxiliar de Cali: “el fuego del pecado que nos quiere dominar, y que se expresó con vehemencia en este signo de París, amenaza la Iglesia, y no solo la Iglesia institución, sino también la Iglesia cuerpo místico de Cristo que somos todos, que requerimos no del fuego que destruye y quema, sino del fuego de la vida, la llama amorosa del Espíritu Santo, que nos hace criaturas nuevas”.
La solidaridad del mundo católico con Francia, y aún la de algunos líderes de otras confesiones religiosas, bien podría ser el anticipo de esta esperanza. María llora la muerte de su hijo pero permanece de pie, junto a la cruz.