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Miguel Ángel Velasco: “La vida religiosa está llamada a ser parábola del mundo que viene”





“La Iglesia está llamada a interpretar los signos de los tiempos. La Agenda para el Desarrollo Sostenible de 2030 puede ser uno de estos signos”, ha dicho, durante su intervención en la 48ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, el claretiano Miguel Ángel Velasco. Y es que su conferencia, ‘Tiempo de transformaciones: la mirada a la Agenda de 2030’, ha supuesto una exposición de los cambios que vive el mundo a partir de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por Naciones Unidas, que suponen “una estrategia y un horizonte de trabajo que realmente hacía falta a nivel mundial” y que la Vida Religiosa “debe interpretar a la luz del evangelio”.

“Los signos siempre pueden interpretarse, de hecho una de las cosas que caracteriza el Concilio Vaticano II es hablar de los signos”, ha apuntado Velasco. Por ello, la vida consagrada “está llamada a ser parábola del mundo que viene, esta vez desde la fraternidad universal hecha de diversidad”, ya que esta se manifiesta dentro de las propias congregaciones. “Dios nos llama a que esto lo vivamos como una riqueza”, ha añadido. 

Asimismo, el claretiano, que es director de Proclade, ha subrayado que el “no dejar a nadie atrás” podría definirse como el motivo central de la Agenda 2030, la cual, a su vez, “casa a la perfección con Laudato si'”. Desde Naciones Unidas se ha llegado a la conclusión de que “no podemos dejar a nadie atrás, ni a las personas, ni a grupos marginados, ni países”, y es algo que también debe adoptar la Iglesia. “Algo nuevo está naciendo, y tenemos que ser nosotros, la Iglesia, quienes estemos atentos a los nuevos signos de los tiempos”, ha apostillado. Pero, para esto, la Vida Consagrada debe ser capaz de “conectar con la realidad del mundo”, ya que sin esto “no se puede evangelizar”.

Dos caras de la misma moneda

“En 2015 el papa Francisco acudió a la Asamblea de Naciones Unidas, año en el que nacía Laudato si'”, ha explicado Velasco. Las palabras del Papa fueron entonces “una especie de puente” entre lo que se establece en la exhortación y los ODS, que estaban a punto de aprobarse. Dos documentos, dos trabajos desarrollados desde perspectivas distintas pero que evocaban lo mismo: el cuidado de la humanidad está ligado, irrevocablemente, al de la casa común. Y, sobre todo, se pasa de la idea de “desarrollo” a la de “desarrollo sostenible, porque este no está por encima del ser humano ni de la Tierra en la que habita”. Así, si los Derechos Humanos “se enfocan en la persona”, los ODS “piensan en la humanidad”.

“El enorme cambio que supuso la elaboración de la Agenda supone la inclusión de la sociedad civil para conseguir ese desarrollo sostenible”, ha apostillado el misionero, ya que la ONU “se dio cuenta de que si no hacemos que toda la sociedad civil los sienta como propios, se quedarán en nada”. Por este motivo se buscaron nuevas formas de trabajar, abriéndose a la participación de grupos y a la presencia de expertos (ONGs). “La ONU está cambiando la forma de hacer las cosas, y nosotros debemos estar presentes en ellas”, ha remarcado Velasco.

Esta nueva manera de abordar la situación del planeta surgió como consecuencia de la observación de distintas experiencias a lo largo de los años. En 1992 Naciones Unidas organiza una cumbre sobre la situación del planeta en Río de Janeiro, donde “se empezó a ver que el tema de la Tierra no podía abordarse separado al de la pobreza”. Más adelante, en el 2000, “se aprobaron los Objetivos del Milenio, pero en ellos no hay un trabajo de implicación”.

Después se sucedieron Río 20, París 2015, y el encuentro en Etiopía sobre la financiación para el desarrollo. Y, a partir de ellos, y sobre todo después de que “los países del norte atravesaran una enorme crisis económica”, se entendió que no se trataba de que “el norte ayudase al sur”, sino que “había que abordar las cosas de otra manera, y los ODS pasan a ser para todo el mundo, contando con todo el mundo”.

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