“Ojalá la Palabra de Dios se convirtiera en el corazón de toda actividad eclesial”, ha afirmado hoy, 26 de abril, el papa Francisco durante su encuentro con los miembros de la Federación Bíblica Católica, que se encuentra en Roma celebrando el 50 aniversario de su fundación. Con esta idea, con la que Francisco ha hecho referencia a la exhortación Evangelii Gaudium, se refiere a la Biblia como “un corazón que late, que vitaliza las extremidades del cuerpo” y que crea una Iglesia “que no habla para sí misma o por sí misma, sino que tiene en su corazón y en sus labios al Señor, que diariamente extrae de su Palabra”.
Sin embargo, el Papa reconoce que “la tentación es siempre anunciarnos y hablar sobre nuestra dinámica, pero de esta manera la vida no se transmite al mundo”. Pero la Palabra divina, que “proviene del Padre y fluye al mundo”, empuja a la Iglesia “hasta los confines de la tierra”, donde la Biblia “es su mejor vacuna contra el cierre y la autoconservación”, porque “la Palabra de Dios nos aleja de estar en el centro, preservándonos de la autosuficiencia y el triunfalismo, y nos llama constantemente a salir de nosotros mismos”.
“La Palabra de Dios posee una fuerza centrífuga, no centrípeta: no hace retroceder, sino que empuja hacia el exterior, hacia aquellos que aún no han llegado”, ha remarcado Francisco, y por ello “no asegura una cálida comodidad, porque es fuego y viento: es el Espíritu el que enciende el corazón y desplaza los horizontes, dilatándolos con su creatividad”.
La reflexión del Papa se ha basado, sobre todo, en torno a la idea de que “la Palabra de Dios está viva”. Es un anuncio que “ni muere ni envejece, y conserva a quienes la ponen en práctica”. Y es que Francisco ha recordado que “el Espíritu Santo, el Dador de vida, ama trabajar a través de las Escrituras”, lo cual hace que la Biblia no sea únicamente “una hermosa colección de libros sagrados para estudiar”, sino “la Palabra de vida para sembrar, un regalo que el Resucitado pide recibir y distribuir para que haya vida en su nombre”.
“En la Iglesia, la Palabra es una inyección insustituible de vida”, ha continuado Francisco, que ha subrayado la importancia de las homilías. “La predicación no es un ejercicio de retórica ni un conjunto de nociones humanas sabias, sino un compartir el Espíritu de la Palabra divina que tocó el corazón del predicador, quien comunica ese calor, esa unción”. Todo esto cobra especial relevancia en un momento ene l que “tantas palabras fluyen diariamente a nuestros oídos, transmiten información, tal vez demasiada, hasta el punto de superar a menudo nuestra capacidad para darle la bienvenida”.