“El migrante no es una amenaza para la cultura, las costumbres y los valores de la nación que lo acoge”. Así de claro se ha referido el papa Francisco sobre la inmigración en una audiencia con los participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.
No obstante, el Pontífice también ha dejado claro que quien emigra tiene el deber de integrarse en el país al que llega. Pero matizando que “integrarse no significa asimilar, sino compartir el tipo de vida de su nueva patria, aunque siga siendo él mismo como persona, portador de su propia historia biográfica”.
Y es que, según Jorge Mario Bergoglio, “el migrante podrá presentarse y ser reconocido como una oportunidad para enriquecer al pueblo que lo integra”. Del mismo modo, ha añadido que “es tarea de la autoridad pública proteger a los migrantes y regular los flujos migratorios con la virtud de la prudencia, así como promover la acogida de manera que las poblaciones locales reciban formación y se les aliente a participar conscientemente en el proceso de integración de los migrantes que son acogidos”.
Por otro lado, el Papa ha querido señalar que “un Estado que despierte los sentimientos nacionalistas de su propio pueblo contra otras naciones o grupos de personas fracasaría en su misión”. Y ha recordado que la propia historia ha demostrado “adónde conducen estas desviaciones”.
Sobre los nacionalismos, ha continuado afirmando que “la Iglesia siempre ha exhortado al amor de su propio pueblo, de la patria, a respetar el tesoro de las diversas expresiones culturales, de las costumbres y hábitos y de los modos justos de vivir enraizados en los pueblos”. Sin embargo, “también ha advertido siempre a las personas, a los pueblos y a los gobiernos acerca de las desviaciones de este apego cuando se dirige a la exclusión y al odio, cuando se convierte en un nacionalismo conflictivo que levanta muros, es más, incluso en racismo o antisemitismo”.
Asimismo, Francisco ha expresado que “la Iglesia observa con preocupación el resurgimiento, en casi todas partes del mundo, de corrientes agresivas hacia los extranjeros, especialmente los inmigrantes, así como ese nacionalismo creciente que descuida el bien común”.
Según sus palabras, estos comportamientos “podrían comprometer las formas ya consolidadas de cooperación internacional”, haciendo que se corra el riesgo de “obstaculizar el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados unánimemente por la Asamblea General de las Naciones Unidas”.
Francisco ha recalcado en su discurso, una vez más, que “nuestras obligaciones con los migrantes se articulan en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar”. Y ha insistido: “Desafortunadamente, tenemos ante nuestros ojos situaciones en las que algunos Estados implementan sus relaciones en un espíritu más de contraposición que de cooperación”.
Así, ha concluido haciendo hincapié en que “cuando una persona o una familia se ve obligada a abandonar su propia tierra, debe ser acogida con humanidad”.