La sinodalidad no es un ente extraño. Menos aún, abstracto. Un proceso. Un estilo. Una realidad. Caminar juntos. Juntas. Pero, de verdad. Al menos es la estela que dejan la treintena de expertos tras dos días y medio de encuentro –del 28 al 30 de abril– y trabajo en Madrid. Convocados por la Fundación Pablo VI y con la colaboración de PPC, teólogos y canonistas de España, Italia y América Latina han planteado vías posibles para aterrizar el término que se ha convertido en una de las columnas vertebradoras de este Pontificado. Y todo, bajo el tema ‘Una Iglesia sinodal: de Pablo VI a Francisco’.
Carlos María Galli, teólogo de la Pontificia Universidad Católica de Argentina, deja caer algunos interrogantes: “¿Hoy la Iglesia debe ser confesada como una, santa, católica, apostólica y sinodal? ¿La sinodalidad es otra concesión de la teología católica que se desvía de su tradición?”. “¿Estamos ante una nueva fase de recepción del Concilio Vaticano II?”, añade el profesor de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, Santiago Madrigal, que suma otro interrogante: “¿Estamos verdaderamente ante una nueva etapa de evangelización?”. Y una respuesta condicional: “Si estamos a la altura del desafío misionero del presente, estaremos a la altura de afrontar una nueva fase de recepción del Concilio”.ç
“Francisco no solo supera la figura piramidal de la jerarcología, que todavía marca cierto imaginario colectivo, sino que propone una Iglesia sinodal con la sugestiva imagen de una pirámide invertida”, aplaude Galli. Pero, ¿sinodalidad es democracia? “He pensado en muchas ocasiones los sinónimos. Tendría que ver más con lo que hoy llamamos una ciudadanía participativa, no solo una democracia representativa”, responde Galli. “No se trata de trasponer a la Iglesia una concepción del Estado, propia de la sociedad política”, aclara Carlos Schickendantz.
El profesor de la Universidad Alberto Hurtado, Carlos Schickendantz va más allá. “El Sínodo de los Obispos es una imperfecta manifestación de colegialidad. Por ello, habría que escribir un nuevo documento y constituir una nueva institución sinodal internacional”. Una propuesta ante la que asienten los participantes en el Seminario. “Ojalá vayamos hacia un organismo sinodal general, pero quizá deberíamos buscar también esos organismos sinodales en las Iglesias locales y entre las Iglesias locales”, sugiere Galli, consciente de que no pocas diócesis y países ya han dado pasos en este sentido.