A Pitita Ridruejo no le importaba que se burlaran de ella. Su elegancia vital y sus firmes convicciones religiosas estaban por encima de cualquier chascarrillo cuando confesaba ser una de las testigos que presenció la aparición de la Virgen en el Escorial. “Me increpan y me dicen: ‘Pitita, ¿cómo puedes creer en esas tonterías?’. Pero no me importa. Tengo fe, y creo en la importancia de defenderla a toda costa”.
La aristócrata soriana ha fallecido hoy, a los 88 años de edad, dejando tras de sí una vida entregada a la diplomacia, pero también a la evangelización a través de la figura de María. Fue en 1987 cuando reveló por primera vez que vía a la Virgen. A partir de ahí, se dedicó a investigar sobre la cuestión, publicando una veintena de libros al respecto y pronunciando más de 500 conferencias por toda España: “Yo creo al cien por cien en las apariciones, soy una defensora a ultranza».
“Solo conocía Lourdes y Fámita, pero fue en El Escorial donde dije con una convicción completa: ‘Esto es verdad’”. Y con esa misma seguridad lo manifestaba a quien le interpelaba sobre los sucesos de Prado Nuevo, que fueron respaldados por el entonces cardenal Antonio María Rouco Varela, cuando en 2012 autorizó la construcción de una capilla en el lugar donde la vidente Amparo Cuevas llevaba 30 años contemplando apariciones marianas.
A Pitita siempre se le quedó grabado ese “¡Mirad al cielo, no tengáis miedo!”, que Amparo lanzó aquel 2 de junio de 1985, cuando cayó de rodillas mientras rezaban el cuarto misterio”. “Cuando elevé la vista lo vi encapotado, pero de repente se abrieron las nubes y apareció el sol. Comenzó a moverse y a girar, en un principio despacio, pero cada vez más deprisa. De repente, vino hacia nosotros, y muchos gritaron de miedo”, recordaba Pitita. Considerada una de las grandes damas de la sociedad española, nunca dudó de lo contemplado aquella jornada: “Es muy difícil que me crean porque va contra natura: el sol no puede moverse del lugar en el que el Creador lo ha puesto. Y, sin embargo, ya había sucedido en Fátima”.
A partir de ahí, creció su empeño por ampliar sus conocimientos en lo que apariciones marianas se refiere. “He visto el cielo teñirse de sangre, he visto el rostro de la Virgen reflejarse en el cielo, he visto globos de luz… Cuando entras en este mundo, todo es posible”. Y no escatimó recursos al respecto: “Persigo a la Virgen”, llegó a afirmar.
Lo mismo alternaba con los Windsor que con los Kennedy, que dejaba boquiabierto a Fellini o a Umbral, que llegó escribir de ella: “Pitita es un mito social y temporal que se inventa a sí misma, como los dandis, como Tórtola Valencia, como Oscar Wilde. A mí me interesó este proceso de autodescubrimiento que ella mejoraba día tras día, no sé si muy consciente del poder personal y místico que estaba adquiriendo”.
En una de sus últimas entrevistas, hace apenas cuatro años, Pitita se mostró sin miedo alguno a enfrentarse a la muerte: “Se me va la memoria. Pero no me asusta porque sé que tiene que ser así. Ahora estamos viviendo el fi nal de los tiempos y no es algo que diga yo, está escrito”. A pesar de su fortaleza, lo cierto es que la muerte de su esposo, el diplomático Mike Stilianopoulos, hace tres años, supuso para ella un mazazo: “Para mí lo era absolutamente todo, mi media mitad, mi todo, el hombre más importante de mi vida”. No en vano, estuvieron 59 años casados.
Pitita Ridruejo fallece hoy a la espera de cumplir su deseo: “Me gustaría irme al cielo. A mí ya me han dado el último sacramento, porque tengo un padre espiritual y como siempre estoy diciendo que me encuentro fatal, me dio la extremaunción. Nunca se sabe cuándo te vas a ir… Pero todo va a ir divinamente”.