“Digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor; del pan de tu Palabra capaz de abrir nuestros encierros y soledades; de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito y la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar; de encuentros donde tu Palabra sea capaz de elevar la esperanza, despertar la ternura y sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión”. De esta manera se expresó el papa Francisco en la misa de la Plaza de Macedonia. Y es que “el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” (Jn 6,35).
Tras abandonar el Memorial de la Madre Teresa, Jorge Mario Bergoglio se dirigió a la plaza para saludar a los fieles desde su papamóvil y celebrar la eucaristía. Durante su homilía, ha recordado que “el Señor vino para darle vida al mundo y lo hace desafiando la estrechez de nuestros cálculos, la mediocridad de nuestras expectativas y la superficialidad de nuestros intelectualismos; cuestiona nuestras miradas y certezas invitándonos a pasar a un horizonte nuevo que abre espacio a una renovada forma de construir la realidad. Él es el Pan vivo bajado del cielo”.
Asimismo, ha señalado que “nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación; hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad”.
“Tenemos hambre, Señor”
Por eso, ha invitado nuevamente a los fieles a decir “con fuerza y sin miedo”: “Tenemos hambre, Señor, de experimentar la multiplicación de tu misericordia, capaz de romper estereotipos y partir y compartir la compasión del Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se ocupa, que están olvidados o despreciados. Digámoslo con fuerza y sin miedo, tenemos hambre de pan, Señor, del pan de tu palabra y del pan de la fraternidad”.
El Papa ha incidido en que el Señor “nos invita a ponernos en marcha, en movimiento, en salida. Nos exhorta a caminar hacia Él para hacernos partícipes de su misma vida y de su misma misión”. “‘Venid’, nos dice el Señor: un venir que no significa solamente trasladarse de un lugar a otro sino la capacidad de dejarnos mover, transformar por su Palabra en nuestras opciones, sentimientos, prioridades para aventurarnos a cumplir sus mismos gestos y hablar con su mismo lenguaje, amor concreto y palpable porque es cotidiano y real”, ha añadido.
Francisco ha indicado también que, en cada eucaristía, “el Señor se parte y reparte y nos invita también a nosotros a partirnos y repartirnos con Él y ser parte de ese milagro multiplicador que quiere llegar y tocar todos los rincones de esta ciudad, de este país, de esta tierra con un poco de ternura y compasión”.
Hambre de pan, fraternidad y Dios
Por otro lado, el Papa no se ha olvidado de Madre Teresa, quien entendió, como nadie, la idea de “hambre de pan, hambre de fraternidad, hambre de Dios”. Ella “quiso fundamentar su vida sobre dos pilares: Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres. Amor que recibimos, amor que damos. Dos pilares inseparables que marcaron su camino, la pusieron en movimiento buscando saciar su hambre y sed. Fue al Señor y en el mismo acto fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor…”, ha aseverado
Antes de salir de la plaza y trasladarse a la residencia del obispo de Skopje, el Papa ha concluido con estas palabras: “Hermanos: hoy el Señor Resucitado sigue caminando entre nosotros, allí donde acontece y se juega la vida cotidiana. Animémonos unos a otros a ponernos de pie y a experimentar la abundancia de su amor, dejemos que sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano.