El 10 de mayo concluye la 57° Asamblea General de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) en el Santuario Nacional de Aparecida. Durante la cita anual más importante del episcopado brasileño que convoca a más de 300 obispos activos, además de casi 200 eméritos y representantes de organismos eclesiales, fueron elegidos los nuevos directivos, se definieron las ‘Directrices de Acción Evangelizadora’ para los próximos cuatro años, y se reflexionó en torno al Sínodo Panamazónico que tendrá lugar en Roma, del 6 al 27 de octubre.
La Asamblea General también le ha tomado el pulso a la realidad nacional y, concretamente, a “la crisis ética, política, económica y cultural que se ha encrudecido cada vez más en Brasil”.
De ello da cuenta el Mensaje de la CNBB al pueblo brasileño, donde se destacan siete ‘llagas sociales’ denunciadas por los obispos del país que, al mismo tiempo, convocan a la Iglesia a “empeñar todas sus fuerzas en la superación de lo que se opone al Reino de justicia y de paz inaugurado por Jesús”.
La imposición exacerbada y perversa de políticas liberales que “deshidratan el Estado casi al punto de eliminarlo”, trae consigo “el aumento de las desigualdades y la concentración de renta en niveles intolerables, tornando a los ricos cada vez más ricos a costa de los pobres cada vez más pobres, conforme ya recordaba el papa Juan Pablo II en la Conferencia de Puebla (1979)”. De ahí que la Campaña de la Fraternidad de este año haya acentuado la necesidad de “políticas públicas que aseguren la participación, la ciudadanía y el bien común”.
La corrupción, calificada por el papa Francisco como “cáncer social”, está presente en diversas estructuras del país y es, como tal, “una de las causas de la pobreza y la exclusión social”. Combatir la corrupción tiene que ver con “un cambio de mentalidad que lleve a la persona a comprender que su valor no está en tener, sino en ser y que su vida se mide no por su capacidad de consumir, sino de compartir”.
En Brasil, una de las consecuencias de la corrupción se refleja en el desvío de recursos que podrían destinarse a la inversión en educación. La CNBB clama a favor de la educación, “gravemente amenazada con la reducción de recursos, el retiro de disciplinas necesarias en la formación humana y la falta de consideración de la importancia de las investigaciones”.
El escandaloso número de desempleados brasileños –más de 13 millones–, al que se suman los subempleados –28 millones–, demuestran la ineficacia de las medidas asumidas, hasta ahora, para combatir esta ‘llaga social’. Al igual que en su mensaje del pasado 1º de mayo, los obispos de Brasil reclaman al gobierno “preservar los derechos de los trabajadores y de las trabajadoras” y garantizar el trabajo digno, de modo que “se respete la primacía de la persona sobre el mercado y del trabajo sobre el capital”.
“La violencia ha llegado a niveles insoportables”, aseguran los pastores, testigos excepcionales de lamentos y lágrimas de “madres que entierran a sus hijos asesinados, de familias que pierden a sus seres queridos, y de todas las víctimas de un sistema que instrumentaliza y deshumaniza a las personas”. La violencia denunciada por la CNBB incluye modalidades como el feminicidio y la criminalización de defensores de derechos humanos, además de la violencia que se desprende del submundo de las cárceles.
Entre los pueblos amenazados en sus derechos fundamentales, “las graves amenazas” a los indígenas, por encima de la misma Constitución, visibiliza realidades de discriminación, prejuicio y odio en la sociedad brasileña. Asimismo, la mercantilización de las tierras indígenas y quilombolas, motivadas por actividades mineras y madereras vinculadas al agronegocio, urgen una “revisión de los conceptos de progreso, crecimiento y desarrollo”, de acuerdo con la CNBB.
Finalmente, de cara a las reformas políticas, tributarias y de la seguridad social, los obispos de Brasil estiman que “solo serán legítimas si se hacen con miras al bien común y con participación popular, de modo que sean atendidos los pobres en primer lugar”. “Ninguna reforma será éticamente aceptable si lesiona a los más pobres”, asegura la CNBB, justificando la importancia de las iglesias y los movimientos sociales como “centinelas del pueblo”.
Foto: CNBB.