Son pocos, pero están al quite. La acogida al migrante en la Iglesia católica de Bulgaria empieza en sus pastores. Así, hace diez años que el obispo de Briula, Christo Proykov, acogió a una familia inmigrante con cinco hijos, con los que comparte mesa y mantel. El también presidente de la Conferencia Episcopal, que es la segunda vez que vive la visita de un papa al país, atiende a Vida Nueva al teléfono apenas 24 horas después de que Francisco haya dejado el país rumbo a Macedonia del Norte.
PREGUNTA.- Francisco ha invitado al patriarca Neofit a “poner juntos las manos sobre las heridas abiertas entre los cristianos”. ¿Cómo son las relaciones con la Iglesia ortodoxa?
RESPUESTA.- El patriarca siempre se ha mostrado muy cordial y, cuando habla, lo hace de forma sincera. Depende de su Sínodo y sigue la línea de la Iglesia ortodoxa, pero el encuentro privado, al que he asistido, ha ido muy bien. El Papa, hablando de ecumenismo, ha recordado a los mártires de una y otra Iglesia que han muerto por el mismo Maestro, por el mismo Dios en el que creemos. En este sentido, no puede negarse el ecumenismo. Las relaciones entre la Iglesia ortodoxa y la católica de Bulgaria están en un nivel de tolerancia. Existe una sincera estima. Ellos decidieron que no hubiera ninguna oración conjunta y creemos que es normal, porque esto es así desde hace más de mil años, cuando se separaron las Iglesias.
P.- El Papa ha puesto en valor estos días la figura de Juan XXIII. ¿Qué significa este santo para la Iglesia católica búlgara?
R.- Fue visitador apostólico durante casi diez años (1925-1934) en nuestro país. Para organizar la vida de la Iglesia católica, el papa Roncalli visitó muchos puntos de Bulgaria y el país se quedó en su corazón. Francisco ha querido seguir las huellas de su antecesor, por lo que ha puesto en valor la encíclica ‘Pacem in terris’. Ha venido a bendecirnos y a orar con el pueblo búlgaro por la paz, no solo aquí. Esperamos que este llamamiento que nace de Bulgaria llegue a todo el mundo.
P.- En su país hay una fuerte emigración, lo que ha causado un invierno demográfico. ¿Qué hace la Iglesia por los jóvenes?
R.- Muchos se han ido, pero recientemente estamos observando cómo, cada vez más, muchos de esos jóvenes vuelven a Bulgaria después de haber estudiado, lo que enriquece a nuestro pueblo. Por nuestra parte, hacemos todo lo posible para hablar y organizar la vida de los jóvenes a nivel eclesial.
P.- Francisco ha invitado a no cerrar la puerta a los inmigrantes. ¿Cómo afronta la Iglesia local la realidad migratoria?
R.- No son tantos los refugiados que tenemos como en otros países, pero, teniendo en cuenta que somos un país con pocos habitantes y sin demasiados recursos económicos, son bastantes. Con la ayuda de Cáritas, tenemos centros de socialización para los inmigrantes que quieren permanecer en Bulgaria, para enseñarles el idioma, ayudarles en lo necesario y que se integren en el país. En mi caso, en la casa donde resido como obispo, tengo acogida, desde hace ya diez años, a una familia inmigrante caldea con cinco hijos. Así es como adaptamos la asistencia a nuestras posibilidades.
P.- ¿Cuáles son los frutos de esta visita papal para la minoría católica búlgara?
R.- Es la segunda visita de un papa a Bulgaria que he vivido. Ha sido un gran placer ver los rostros de quienes vivían este acontecimiento por primera vez, especialmente los de los 250 niños que han hecho su primera comunión y aquellos que le hacían preguntas al Papa. También los jóvenes han trabajado mucho preparando la visita, así que, más allá del cansancio, hay una gran alegría en sus ojos que demuestra que esta visita dejará un amplio eco en la Iglesia búlgara.