“Las apuestas deportivas en línea se han convertido en la principal causa de caída de los adolescentes y jóvenes en el pozo de la ludopatía. Los elementos que lo han propiciado son básicamente la facilidad de acceso a través de los dispositivos móviles, la posibilidad de apostar de forma anónima y la ilusión de ganar dinero rápidamente con pocos recursos. Con doce años muchos adolescentes ya han hecho su primera apuesta. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí?”.
Esta es la pregunta que se hace el cardenal arzobispo Juan José Omella, en su carta pastoral para este domingo, a la que da título “Todos llevamos un jugador dentro”, que es “un lema muy estudiado” con el que una casa de apuestas incita al juego, según señala. “Dicho así, parece que este jugador sea simpático y buena persona, como el niño que también alojamos y que, a veces, se asoma”.
Pero Omella advierte de que ese jugador, “si no vigilamos, puede apoderarse de nosotros, condicionar nuestra voluntad y llegar a convertirnos en ludópatas”, porque “estamos ante una enfermedad y una triste realidad, que no tiene edad”, señala, para a continuación, ponerle cifras: “La tasa de jugadores patológicos en tratamiento, menores de 26 años, pasó del 5,7% en 2011 al 44% en 2015”, apunta citando un reciente estudio de la Universidad Internacional de Valencia.
Un negocio que empobrece a muchos
La “falta de conciencia del riesgo de esta actividad por parte de nuestros gobernantes” es la que, según el purpurado, “les ha llevado a ceder ante las presiones de un sector económico que mueve mucho dinero y que también genera ingresos fiscales. Esto ha permitido la proliferación de locales físicos de apuestas, el fácil acceso al juego en línea y la avalancha de impactos publicitarios, que explican en gran parte el aumento de casos de ludopatía en nuestro país”.
Frente a esta “atracción por el juego” que “se ha convertido en un negocio que enriquece a unos cuantos y empobrece a muchos”, Omella considera “imprescindible que los padres eduquen a sus hijos y que toda la sociedad colaboremos en ello”, además de la conveniencia de “recordar a nuestros jóvenes que la verdadera felicidad no la da el dinero y que este no soluciona todos los problemas”.
Incentivar la cultura del esfuerzo
“También les tenemos que explicar que el trabajo y el ahorro son una opción de vida que permite generar progreso y estabilidad. Debemos incentivar la cultura del esfuerzo y desaconsejar falsos atajos que prometen una riqueza material, que nunca llega y que nunca nos llena. Sobre todo, hay que transmitir a nuestros jóvenes que con el juego no se juega”, apunta Omella.
Finalmente, exhorta a que “no nos dejemos deslumbrar por el dinero fácil” y a que “abramos los ojos, abramos el corazón y dejémonos seducir por el brillo de lo que nos lleve a un enriquecimiento interior. En ello hallaremos fuente de paz, de felicidad y también de convivencia familiar”.