Sorpresivamente. Así fue como el colombiano Juan Carlos Cárdenas Toro, obispo auxiliar de Cali, recibió la noticia de su nombramiento como secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) para el periodo 2019-2023, en relevo de Juan Espinoza, obispo auxiliar de Morelia (México).
El nuevo secretario general del organismo eclesial, casi a punto de cumplir 51 años de, nació el 31 de mayo de 1968 en Cartago, al norte del departamento del Valle del Cauca. En 1997 fue ordenado sacerdote y el 26 de junio de 2015 fue nombrado obispo auxiliar. En la Conferencia Episcopal ha desempeñado importantes cargos en calidad de secretario adjunto (2014-2017), director de lugares eclesiales (2014-2017) y subdirector del secretariado nacional de pastoral social (2010-2014).
Para el momento de su designación por parte de la 37ª Asamblea General del CELAM, se encontraba en La Ceja, una región del departamento de Antioquia, participando en un proceso de formación de obispos. En exclusiva Vida Nueva conversó con el prelado para recoger las primeras impresiones sobre esta nueva etapa que trae consigo múltiples desafíos.
PREGUNTA.- ¿Qué fue lo primero que pasó por su mente cuando supo de este nombramiento?
RESPUESTA.- Lo primero fue decir que no (risas), porque ciertamente es el humano impulso. Me decía a mí mismo no, no, no. Pero claro, uno inmediatamente pasa a reflexionar y desde que entré al seminario mis constantes han sido acoger con gozo y con fe en el camino que Dios me vaya a mostrar, no entré al seminario para ser sacerdote, sino para hacer la voluntad de Dios.
Creo que eso debe ser una constante que no puedo cambiar a estas alturas del camino. Entiendo que es una responsabilidad grande, que humanamente uno quisiera eludir el peso de la responsabilidad, pero también entiendo que Dios acompaña y que de alguna manera es un trabajo que no haré solo, sino que hay un equipo que va desde el señor Presidente hasta el equipo de sacerdotes y laicos, y más allá, en los países de América Latina, un continente de hermanos y hermanas al servicio de la Iglesia que nos da mucha ilusión y esperanza.
P.- ¿Cuáles son los retos que asumirá en esta nueva etapa del CELAM?
R.- La Iglesia es una, los obispos somos servidores que llegamos, pasamos, vienen otros. La Iglesia tiene sus líneas de continuidad, pero también vienen retos que son siempre nuevos y con este espíritu de comunidad del episcopado latinoamericano seguiremos siempre caminando, escuchando y reflexionando juntos para saber tomar las decisiones que en el nombre de Dios sean las más oportunas y convenientes.
Además tenemos que comprometernos en el fortalecimiento de los procesos evangelizadores, de los procesos de formación sacerdotal y de formación permanente en el acompañamiento, escucha y, lo que es lo más importante, la prevención, para que esta época de tan aciago dolor sea simplemente una experiencia que nos ayude a salir fortalecidos, purificados y más atentos a la escucha fiel y humilde del maestro para el servicio de nuestros hermanos.
P.- Hay desafíos en Latinoamérica como la migración, abusos sexuales y fracaso de modelos políticos de izquierda y derecha, ¿frente a este panorama qué se plantea?
R.- Es demasiado temprano para plantearme algo al respecto, creo que lo más importante será primero escucharnos, dialogar. Seguramente tendremos un encuentro con la mesa directiva del CELAM para hablar de estos temas que se supone que son de primera prioridad desde el punto de vista eclesial, porque nosotros tenemos que hacer esa reflexión eclesial de los retos que tenemos en América Latina.
Seguramente tendremos esa sensibilidad y sobre todo el compromiso con la migración que, por ejemplo, veo todos los días cara a cara como obispo auxiliar en Cali y acompañante de la dimensión social de la evangelización, veo todos los días este fenómeno y ese drama de los hermanos venezolanos, que cruzan en esta ruta migratoria hacia el sur del continente, de hecho hemos dado respuesta a este flagelo en la medida de nuestras posibilidades.
Tenemos claros también los demás retos, el tema del cuidado de la casa común, en acompañar el Sínodo Panamazónico y, sobre todo, cómo los modelos de producción generan muchos cuestionamientos que a nosotros como Iglesia nos tiene que llevar a una profunda reflexión y, por supuesto, el drama y el sufrimiento que está viviendo la Iglesia hacia el interior que nos compromete a tomar todas las medidas que el Santo Padre mismo ha asumido como una ley universal con el último motu proprio [Vos estis lux mundi] y pensar que de todo esto tiene que salir algo bueno.
P.- ¿Qué le diría al papa Francisco en este momento?
R.- Ahora entiendo mucho al Santo Padre Francisco, aunque yo también lo hago permanentemente, y lo primero que le digo es que rece por mí. Y que rece por todos los que ahora asumimos estos cargos.
En segundo lugar que cuenta con todas nuestras oraciones y nuestra disposición, nuestro abrazo y afecto filial como sucesor de Pedro y que en este servicio prestaremos de esta manera muy atenta a la Iglesia de América Latina, pero también estaremos muy pendientes a los lineamientos que desde Roma el Santo Padre también va dando desde el magisterio universal para iluminar el trasegar y peregrinar de nuestra Iglesia.
P.- En cuanto a sus hermanos obispos, a la vida consagrada y a los fieles laicos, ¿qué mensaje tiene para ellos?
R.- Un abrazo para todos, especialmente para aquellos que son esa Iglesia anónima que todos los días está trabajando en los territorios más alejados y difíciles, pero con un profundo amor de vivir la alegría del Evangelio.
Mi corazón está con todos ustedes y llego hasta la secretaría general del CELAM con un profundo sentimiento de pequeñez y de apertura disponible a servirles, es un hermano que está puesto allí para su servicio y en la medida de lo posible que Dios permita poderlo hacer.
P.- En esta nueva etapa del CELAM, ¿cómo será el papel de las mujeres, laicos y jóvenes?
R.- Estoy totalmente convencido de que la Iglesia tiene que ser el resultado de la combinación de todos estos factores, de todas estas realidades, pero también de todas las personas que la conformamos.
La Iglesia tiene que ser ese cuerpo de Cristo que camina en la historia, donde todos vamos de la mano asumiendo los compromisos que cada uno desde los diferentes carismas aporta al enriquecimiento de todos.
Por supuesto, en ese sentido, yo en los jóvenes veo esperanza en medio de tantos dramas. Recuerdo el mensaje que el papa Francisco le dirigió a los obispos y a los laicos reunidos en Bogotá para el Jubileo de la Misericordia, y él decía que hay dos maneras de afrontar la vida: desde el miedo o desde la esperanza.
Por tanto, hay que elegir afrontar la vida y los retos desde la esperanza y para mí, esas mujeres creyentes, líderes, que quizá nadie sabe sus nombres pero que están en las parroquias, en las comunidades de base, en las veredas más ignotas, dan esperanza a la Iglesia.
Foto: Arquidiócesis de Bogotá