En algunas ocasiones, llevar a cabo la misión es tremendamente complicado, sobre todo en países en los que la escasez es tan grande que parece estar por encima de cualquier ayuda. El proyecto solidario implementado en 2018 por la Fundación Dolores Sopeña se ha encontrado con esta realidad. Bajo el título ‘Sopeña Construye Hogares’, el proyecto tiene como objetivo la reconstrucción de casas en Santiago de Cuba, y estaba previsto que se terminase en dos años. Pero, a pesar de haber reunido los fondos necesarios, lo más probable es que esto no sea posible.
“La congregación tiene en Santiago de Cuba una comunidad de religiosas a las que el obispado les ha asignado una división que es la costa, pero rural”, explica a Vida Nueva Sandra Salazar, catequista responsable del proyecto, superiora de la comunidad de Sevilla y delegada provincial de América. “Es una zona muy grande en extensión y que nunca antes había sido evangelizada, por lo que las catequistas sopeña llevan años en la zona”, indica.
Es, además, una zona muy deprimida, con un nivel de pobreza elevado, en la que las catequistas sopeña visitan los hogares, dan catequesis y han formado catequistas que se hacen cargo de la liturgia dominical.
La realidad con la que se han encontrado estas religiosas es que en Cuba, como todo es del Estado, hay muy pocas posibilidades de comprar material “para arreglar tu casa, por ejemplo, o de cambiarte de casa si esta se deteriora”. Y es precisamente este el gran problema de esta zona rural, el deterioro de las viviendas.
“Nosotros tenemos en España centros de formación de personas adultas y escuelas concertadas, y con los alumnos hacemos campañas de solidaridad con las que normalmente nos gusta apoyar proyectos de América latina”. Por eso les pidieron a las que viven en Santiago de Cuba que pensaran en un proyecto, y ellas apostaron por ayudar a restaurar las viviendas de estas personas. “Pensábamos que en dos años podrían dejar implementado el proyecto, y hemos reunido los fondos a través de las campañas, pero les está resultando más difícil de lo previsto”, añade.
Hacer lo que se puede
“En Cuba ocurre una cosa curiosa, y es que, si ellos piden ayuda para reformar la casa acogiéndose a unas subvenciones, esta pasa a ser del gobierno entera”, explica. Por eso, la persona deja de tener dominio sobre esa vivienda, así que en cualquier momento les pueden echar. “Entonces prefieren que, aunque sea precaria, sea suya, para al menos mantener esa propiedad”, concluye.
Salazar estuvo en Santiago de Cuba hace unos meses de visita, donde pudo comprobar la precariedad de la situación. “Es una pena que, aun teniendo todas las ayudas, no puedan acceder a los materiales necesarios para reparar sus casas”, dice. Y es que el material se puede ir comprando a medida que llega a la ciudad.
“En el momento que se les notifica que han llegado ladrillos, por ejemplo, acuden a comprarlo, pero esto no les garantiza que los vayan a conseguir“, añade Salazar. De esta manera, las hermanas van haciendo acopio del material hasta que lo tienen todo para comenzar a hacer los arreglos y, poco a poco, “se va haciendo todo lo que se puede”.
“Por gracia de Dios el clima es bastante bueno, no hace frío nunca, así que esto ayuda porque un invierno de verdad en estas casas sería imposible”, dice. Y es que incluso se ve el cielo por los agujeros de los tejados, pero aun así “es un pueblo que mantiene la dignidad, son alegres, animados, tienen su compromiso con la Iglesia y son muy desinteresados”. Esta ayuda las hermanas la han utilizado para mejorar la calidad de vida de las familias, “pero ellos no te lo piden en ningún momento”, subraya Salazar, algo que le llama mucho la atención.