El Regina Coeli de este domingo 19 de mayo lo ha dedicado el papa Francisco a adentrarse en el auténtico corazón del cristianismo… Partiendo del Evangelio del día, Bergoglio se ha situado en el Cenáculo, cuando, en la Última Cena, antes de su pasión y muerte, Jesús “dirigió a los discípulos el ‘discurso de despedida’”, en el que les dijo esto: “Os doy un nuevo mandamiento: que os améis unos a otros. Como yo os amado, así amaos unos a otros”.
“¿En qué sentido –se ha preguntado el Papa– llama Jesús este mandamiento ‘nuevo’?”. Y él mismo se ha respondido: “Sabemos que ya en el Antiguo Testamento Dios había ordenado a los miembros de su pueblo que amaran a su prójimo como a sí mismos (Lv 19, 18). Jesús mismo, a quienes le preguntaron cuál era el mayor mandamiento de la ley, respondió que el primero es amar a Dios con todo el corazón y el segundo amar al prójimo como a uno mismo (Mt 22, 38-39)”.
La novedad es Jesús
Volviéndose a preguntar sobre “cuál es la novedad de este mandamiento que Jesús confía a sus discípulos antes de dejar este mundo”, el Pontífice ha señalado que “el antiguo mandamiento del amor se ha vuelto nuevo porque se completó con este añadido: ‘Como te he amado’. La novedad está en el amor de Jesucristo, quien dio su vida por nosotros”.
“Se trata –ha profundizado Francisco– del amor de Dios, universal, sin condiciones y sin límites, que encuentra su ápice en la cruz. En ese momento de extrema caída y abandono al Padre, el Hijo de Dios ha mostrado y dado al mundo la plenitud del amor. Reflexionando sobre la pasión y agonía de Cristo, los discípulos entendieron el significado de esas palabras suyas: ‘Como yo os amado, así amaos unos a otros’”.
Nos hizo dignos de su amor
Como ha reivindicado Bergoglio, “Jesús nos amó primero, nos amó a pesar de nuestras debilidades, nuestras limitaciones y nuestras debilidades humanas. Fue Él quien nos hizo dignos de su amor, que no conoce límites y nunca termina. Al darnos el nuevo mandamiento, nos pide que nos amemos no solo y no tanto con nuestro amor, sino con el suyo, que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones si lo invocamos con fe”.
Así, “de esta manera, y solo de esta manera, podemos amarnos unos a otros, no solo como nos amamos a nosotros mismos, sino como Él nos amó; eso es muchísimo más. Dios nos ama mucho más de lo que nos amamos a nosotros mismos. Y así podemos difundir en todas partes la semilla del amor que renueva las relaciones entre las personas y abre horizontes de esperanza. Este amor nos hace nuevos hombres, hermanos y hermanas en el Señor, y nos hace el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, en la que todos estamos llamados a amar a Cristo y en Él a amarnos unos a otros”.
Perdonar a los enemigos
“El amor que se manifiesta en la cruz de Cristo –ha concluido el Papa– y que Él nos llama a vivir es la única fuerza que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne; nos hace capaces de amar a nuestros enemigos y perdonar a quienes nos han ofendido… Y aquí os pregunto: ¿sois capaces de perdonar a vuestros enemigos, de perdonar al que os ha hecho daño?”.
“Nos hace ver al otro –ha proseguido– como un miembro actual o futuro de la comunidad de amigos de Jesús; eso nos estimula a dialogar y nos ayuda a escucharnos y conocernos. El amor nos abre al otro, convirtiéndose en la base de las relaciones humanas. Nos permite superar las barreras de nuestras propias debilidades y prejuicios, crea puentes, enseña nuevas formas, desencadena el dinamismo de la fraternidad”.
Un testimonio para las mujeres cristianas
Tras su meditación sobre el Evangelio y orar junto a toda la comunidad congregada en San Pedro, Francisco ha tenido un cálido recuerdo dirigido a Guadalupe Ortiz de Landázuri, fiel laica del Opus Dei que fue beatificada ayer en Madrid. De ella, ha resaltado que “sirvió a sus hermanos con alegría al combinar la enseñanza y la proclamación del Evangelio. Su testimonio es un ejemplo para mujeres cristianas involucradas en investigaciones sociales y científicas. ¡Aplaudimos a la nueva beata!”.