Europa

Los obispos europeos piden votar “por la unidad” ante las elecciones del 26-M

  • Los prelados advierten contra aquellos que quieren crear “una Europa dividida, fragmentada y en conflicto”
  • “Los resultados electorales tendrán repercusiones en decisiones que afectan a toda la humanidad”, ha dicho el arzobispo de Luxemburgo





Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y presidente de la Comisión de Conferencias de los Obispos de la Unión Europea (COMECE), ha subrayado, en una entrevista concedida a Avvenire, que “hay quienes quieren una Europa dividida, fragmentada y en conflicto”, por lo que, ante las próximas elecciones del 26 de mayo, hay que votar por una “unidad necesaria”. Una cohesión basada no solo en los “resultados económicos”, sino también en la “promoción y protección de los derechos humanos en todo el mundo”.

Y es que, para el prelado, los votantes han de acudir a las urnas sabiendo que “los resultados electorales tendrán repercusiones en decisiones que afectan a toda la humanidad”, no solo al continente europeo, como es el caso de la posición del mismo ante el fenómeno migratorio. Una situación, la de los refugiados y migrantes en el Mediterráneo, que constituye para Hollerich “una vergüenza para Europa”.

Por su parte, el presidente de los obispos europeos y arzobispo de Génova, Angelo Bagnasco, ha advertido en Vatican Insider sobre el grave problema que supone “la división para el viejo continente”. “Los obispos creemos firmemente en la Unión Europea, en un camino de unidad que es el indicado también por las palabras y los llamamientos del Papa Francisco, pero también creemos que Europa debe repensarse a sí misma”, ha señalado, indicando que, después de las elecciones, los prelados esperan “más humildad e inteligencia” por parte de los representantes europeos, así como una “mayor participación ciudadana” en los procesos.

Contra el auge de los populismos

Continuando con el problema de la migración, Hollerich ha explicado que “hoy en día, la sensación de bienestar parece haber desaparecido para dar lugar a muchos temores, de los que el populismo se aprovecha identificando una identidad europea cristiana, pero que demuestra aspiraciones políticas muy distintas a las que tendría una perspectiva basada en el Evangelio”. De esta manera, el populismo “amplifica el malestar” pero “carece de visión”, ya que estos movimientos no “especifican qué proyecto político persiguen, qué futuro quieren construir”, sino que “venden ilusiones y confían en los miedos”.

En un momento en el que, para Hollerich, la migración en Europa “parece perturbar el orden interno de los países”, el inmigrante, que en el momento del milagro económico “fue bien aceptado porque su presencia y su esfuerzo aseguraron el bienestar”, se ha convertido “en un extranjero”. Una persona que, como también es cultural y religiosamente diferente, “aparece como una amenaza”. De esta manera es como los europeos, “desorientados y asustados, dejamos que las emociones negativas exploten”, y el otro ya no se considera como una oportunidad de encuentro, sino como una “amenaza a la identidad”.

Para Bagnasco, es necesario que Europa “desarrolle una verdadera política migratoria, ya que las ayudas asignadas a los distintos Estados no representan una política de migración como tal”, y coincide con el arzobispo de Luxemburgo en que hay que “considerar y eliminar los miedos a través de una visión amplia y conjunta de la situación”. Asimismo, considera que una política defensiva “sería inhumana e inefectiva”, por lo que estas deben ser abandonadas en favor de “relaciones respetuosas y equilibradas”, resolviendo “unidos” los desafíos “a la luz de los principios de solidaridad y subsidiariedad”.

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