Algarabía infantil, con ola al Papa incluida, en el Aula Pablo VI. Cientos de niños y niñas que practican “el deporte rey”, el fútbol, con sus padres y entrenadores, acudieron a la audiencia que Francisco concedió a los participantes en el Encuentro “El fútbol que amamos”, promovido por el diario deportivo La Gazzetta dello Sport.
El Papa –que preguntó a los chicos si querían o no que les leyera las cinco páginas de su discurso, y tras recibir una mayoritaria contestación afirmativa volvió sus ojos al texto– reivindicó ante todos ellos el valor en sí mismo del fútbol como juego, el valor que supone practicarlo en equipo, la importancia de los padres para no presionar con otra miras más altas a sus hijos, pero también para ser ejemplo ante ellos en los campos donde disputan los encuentros, a veces con comportamientos que dejan que desear, y también la gran influencia que lo entrenadores tienen en unas personalidades que se están formando.
El Papa subrayó la “gran oportunidad” que supone la práctica deportiva “para aprender a dar lo mejor de ti mismo, con sacrificio y compromiso”, y todo ello, en una época “en la que, gracias a la presencia masiva de nuevas tecnologías, es fácil aislarse, crear vínculos virtuales con muchos, pero a distancia”.
El valor del trabajo en equipo
“Lo mejor de jugar con una pelota –prosiguió– es poder hacerlo junto con otros, en medio de un campo, aprender a construir acciones de juego, unirse en equipo”, y si se vive así, “realmente puede hacer el bien también a la cabeza y al corazón en una sociedad que tiende al subjetivismo casi como un principio absoluto”.
En un momento en el que el fútbol se ha convertido en un gran negocio a nivel mundial, Bergoglio reivindicó que “es un juego y debe seguir siéndolo”, y lamentó que “desgraciadamente, estamos presenciando fenómenos que afectan a su belleza, incluso en el fútbol juvenil, en el campo de juego o en la línea de banda. Por ejemplo, ves a ciertos padres que se convierten en fanáticos, o a gerentes, a entrenadores…”.
Por ello, abogó porque el fútbol, en tanto juego, debe seguir “haciendo feliz” a quienes lo practican, “porque al jugar puedes expresar tu libertad, competir de una manera divertida, vives en un tiempo libre simplemente porque te gusta, corres tras un sueño y, sin embargo, necesariamente no tienes que convertirte en un campeón”, señaló, recordando en este punto que la Carta de los Derechos de los Niños al Deporte “también reafirma, en su artículo 10, el derecho de todo niño a ‘no ser un campeón’”.
Juego, gratuidad y sociabilidad
Por todo ello, Francisco les pidió a los padres transmitir a sus hijos la mentalidad de que el fútbol es “juego, gratuidad, sociabilidad” y a ayudarles a entender “que el banquillo no es una humillación, sino una oportunidad de crecer y una oportunidad para otra persona. Que siempre tienen el gusto de dar lo mejor, porque más allá del juego está la vida que les espera”.
Dirigiéndose a las grandes estrellas del fútbol, el Papa les pidió que no olviden nunca dónde comenzó su aventura –“ ese campo suburbano, ese pequeño club…”– y les recordó “la responsabilidad educativa, que debe implementarse a través de una coherencia de la vida y la solidaridad con los más débiles, para animar a los más jóvenes a crecer en el interior , y quizás, incluso, a los campeones, en la vida” .