Entrevistas

Héctor Miguel Cabrejos: “Faltan muchas cosas de Aparecida por acentuar”





Recién llegado a su país desde Honduras, donde acaba de participar en la 37ª Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), nos atiende al teléfono con la “alegría” de ser el primer obispo peruano que asume la presidencia de este organismo continental. También con “gran responsabilidad”, pero con el ánimo de que caminan juntos, en “sinodalidad”. Para afrontar esta tarea, Héctor Miguel Cabrejos Vidarte (Chota, 1948), arzobispo de Trujillo y actual presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), deposita su confianza en Cristo, en la Iglesia y en el Espíritu de Dios, porque “lo importante es dejarse guiar, asumir el reto y trabajar, que Dios hace su camino a través de nosotros”. Y así se lo toma él, “muy franciscanamente”, como corresponde a su vocación religiosa.

PREGUNTA.- ¿Cómo afronta la tarea que le han encomendado sus hermanos de presidir el CELAM los próximos años?

RESPUESTA.- Supone una alegría, porque soy el primer obispo peruano que ocupa este cargo en toda la historia del CELAM. Pero también conlleva una gran responsabilidad. Por suerte, como dice el papa Francisco, hemos de abordarlo en sinodalidad y fraternidad. No estoy solo. Caminamos juntos y, en los primeros días de junio, ya nos pondremos a trabajar en Bogotá la nueva directiva del CELAM.

P.- Haber sido presidente de la Conferencia Episcopal Peruana durante tres períodos es una buena escuela…

R.- Es verdad. Se aprende bastante de la experiencia. De manera muy especial, me ha ayudado el haber participado en la resolución de grandes conflictos sociales mineros. Eso me sirve como base para manejar muy diversas situaciones, aunque el CELAM es otra realidad, afortunadamente no tan conflictiva.

En deuda con el Papa

P.- Y con Roma de fondo…

R.- América Latina tiene una gran deuda con el Santo Padre: no monetaria, sino pastoral. Francisco es el primer papa latinoamericano, está trabajando mucho en la reforma de la Iglesia a través de los grandes temas que ha abierto. Por eso, en Tegucigalpa el CELAM ha reafirmado la comunión, la adhesión y la fidelidad al Santo Padre, que debe traducirse en un mayor compromiso por nuestra parte.

P.- Para responder a esa deuda, ¿resulta necesario “refundar” el CELAM? Al menos eso se desprende de la reforma que han planteado. ¿Estaría usted dispuesto a liderar esa actualización, ese ‘aggiornamento’?

R.- Sí. Justamente, el gran acuerdo, la gran resolución en Honduras ha sido la reestructuración de los programas y de todos los departamentos pastorales del CELAM. Ha sido una decisión unánime. Paralelamente, se ha organizado un G-8 con dos obispos de cada región para apoyar toda esta reestructuración. En este marco, queremos visitar las 22 conferencias episcopales. Hay voluntad de cumplir este reto, que busca escuchar a todos y ver qué quieren y qué esperan del CELAM. Queremos considerar todas las sugerencias e ideas que quieran plantearnos. Estamos muy contentos del paso dado. La presidencia anterior lo formuló y la actual lo aprobó. Es un reto y una responsabilidad que solo pueden hacerse desde la colegialidad.

P.- Cuando uno emprende la reforma de una casa, se sabe cuando se empieza, pero no cuando se termina. ¿Teme quedarse a medias?

R.- No tengo ese miedo. Tendremos un primer año de análisis y en dos años, máximo, debería estar terminada la reforma. Lo importante es que estamos trabajando juntos en un contexto de profecía de la Iglesia para América Latina.

¿VI Conferencia General?

P.- Entre las propuestas lanzadas en Honduras, está la convocatoria de una nueva Conferencia General…

R.- Se ha manifestado en varias ocasiones la necesidad de pensar en ello. Tenemos que evaluar esa probabilidad en equipo con los cardenales Scherer, Brenes, el nuevo secretario general…

P.- Si se convoca, ¿se entendería que Aparecida está superada o que queda mucho por aplicar de la Conferencia de 2007?

R.- Faltan muchas cosas de Aparecida por trabajar y acentuar. Entiendo que la Iglesia debe ser viva, y hay retos ahora que no se contemplaron en Aparecida. La Iglesia no pasa ni pasará nunca, pero los matices se acentúan. No significa que Aparecida esté superada. No tenemos que tener una mirada de compartimentos estanco. La Palabra de Dios es eterna, pero los documentos y el magisterio de la Iglesia responden a los momentos de cada época, y ahora hay nuevos desafíos.

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