En la medianoche del pasado miércoles al jueves 23, ardió la cubierta de la Parroquia de Santo Domingo, situada en el corazón de La Cañada Real, enclave del extrarradio de Madrid marcado por la fuerte presencia del tráfico de droga y las numerosas viviendas escasamente acondicionadas, pero también por la solidaridad que caracteriza la convivencia entre buena parte de los vecinos.
En un emotivo comunicado difundido a través de las redes sociales, su párroco, Agustín Rodríguez Teso, ha mostrado su dolor de un modo muy gráfico: “No era la cubierta de Notre Dame. Era mucho más pequeña, con tela asfáltica, pero era la nuestra”.
Un templo que desborda vida
Y es que, como explica el sacerdote, estamos ante un templo repleto de vida, en el que se celebra al Dios que no muere, en la oración y en la eucaristía, y también con el abrazo al que ha caído o titubea en el camino, siempre ante el altar: “El domingo pasado, bajo esa cubierta, celebramos con el santo patrón que somos lugar de encuentro, lugar y espacio de acogida. Que ahí, a cubierto, habíamos sido capaces de gestar grandes hazañas como el disfrutar los unos de los otros, de unificar culturas diferentes, de querernos a pesar de ser distintos. Que ahí, a cubierto, bajo ese techo, nos habíamos atrevido a soñar cosas imposibles (los comedores, los grupos comunitarios, los campamentos…, los dentistas, los chicos de Encuentros con Dignidad… Las clases de Barró, las reuniones de todo tipo, las fiestas, los cumpleaños, los Reyes…). No, no era la Notre Dame, pero tampoco tenía mucho que envidiar”.
En el mensaje, Rodríguez ha detallado lo ocurrido: “Tras una pelea, uno de nuestros vecinos, de nuestros hermanos que malviven y mal duermen junto a los muros de la parroquia, se debió alborotar mucho y alguien quiso quemar su casa. Era de cartón y madera, y ardió. Ardió con furia. Con tanta rabia que el fuego subió hacia lo alto, alcanzó la tela asfáltica de la cubierta, y prendió”.
El techo por cielo
“Ahora -se lamenta- queda un gran agujero en la cubierta. Lo que era la parte del templo, ahora tiene el cielo por techo. Se ven las vigas de madera muy chamuscadas. Los que saben, nos dirán si está muy dañada o no la estructura de la techumbre, pero no tiene demasiada mala pinta”.
Pese a la tristeza, el sacerdote reivindica los frutos de esta desgracia. Así, si fue uno de los jóvenes atendidos el que “se gastó cinco euros” para comprrar agua y tratar de apagar el fuego, otro compañero se sacrificó por lo que considera algo más que una simple iglesia, su hogar: “Cuando se marcharon los bomberos, aparecieron los que viven de la carroña, aquellos que migajan lo que queda tras los desastres, tras los derribos…, y quisieron entrar y llevarse todo. Pero este chico del proyecto pensó: ‘¡Que nos están robando!’. Y se puso a defender el baluarte con uñas y dientes”.
Dignidad ante todo
Un trabajo, por cierto, en el que obtuvo un gran éxito, y con él, la comunidad: “Solo se han llevado el microondas, pero hemos aprendido que esto es nuestro, y no solo de los de la parroquia, ni de los de Cruz Roja, ni de los dentistas, ni de los de Barró, ni de los Cáritas, ni del ICI, ni de los Comisionados, ni del Fanal, ni de Alamedillas, ni de ASPA, ni de Voces… No. Esto es nuestro, de todos nosotros, y un halo fuerte de dignidad ha hecho posible que lo siga siendo”.
Por ahora, la mayoría de las labores en este templo que además es un espacio multifuncional, se suspenden. Pero, desde ya, toda la comunidad se está volcando por retomar la acción tal y como hacían antes: “Será así, poco a poco, como solemos hacer las cosas en Cañada. Poco a poco, pero convencidos de que hay futuro, de que mañana seguiremos haciendo lo nuestro: anunciar que el Dios de la Vida es más fuerte que cualquier tipo de muerte”.
Muchas muestras de apoyo
Porque, como recalca el párroco de Santo Domingo, “solo se nos ha quemado la cubierta. Lo demás, el corazón, los sueños, la ilusión, siguen intactos. Arreglaremos la cubierta poco a poco, a nuestro ritmo. Nos tiene que dar tiempo a digerirlo todo: desde la noche en vela de Sevi defendiendo el fuerte, a la llamada del obispo Carlos, pasando por muchas horas de teléfono y whatsapp recibiendo cariño desde todas las direcciones. Nos dará tiempo. Seguro”.
En cuanto a la celebración de la misa este domingo, Rodríguez no duda un segundo: “Aún no sabemos dónde vamos a celebrarla, pero habrá misa, faltaría más”. Y lo mismo con el resto de tareas en una respuesta intregral, en la que la fe se abaja y crece con y junto al hermano: “Aún no sabemos dónde se atenderá el martes, pero se atenderá, ya os decimos nosotros que sí. Aún no sabemos cuándo van a recomenzar los dentistas, pero comenzarán, os lo aseguramos. Todavía es difícil saber cómo vamos a mantener los Encuentros con Dignidad, pero ya os decimos que algo se nos ocurrirá, ¡pues no somos…!”.