Con motivo del Día de África, que se conmemora este 25 de mayo, la entidad Taller de Solidaridad (TdS) ha querido sumarse a la celebración de un modo muy especial: a través de dos miradas complementarias e igualmente apasionadas por el continente y por su gente.
Ambas son mujeres, cada una con una experiencia distinta ligada al alma de África: Lourdes Arjona, sierva de San José que ha dedicado 43 años de su vida a servir como misionera en la República Democrática del Congo, y Josefina Nieto, voluntaria de TdS que, durante el verano de 2014, pudo compartir con la primera su insustituible labor.
Enfermera, comadrona y maestra
La misionera llegó a República Democrática del Congo en 1974, desempeñándose en estos años como enfermera, comadrona y maestra en Kabondo-Dianda, Kalyelye y Lubumbashi. “He trabajado -cuenta en el mensaje difundido por (TdS)- en dispensarios, maternidades, leproserías. La medicina preventiva y la educación en misiones del interior del Congo han marcado mi camino”.
En Kabondo-Dianda, desde 2017, TdS colabora con un proyecto de producción ecológica, impulsado por la comunidad de Siervas de San José. Un proyecto, explican, “cuyo objetivo es mejorar la seguridad alimentaria, reducir la pobreza y favorecer la sostenibilidad del ecosistema”. Por ahora, la obra “ha facilitado el acceso de 70 personas al cultivo de yuca, maíz y soja, a la crianza de cerdos y aves de corral, y a la construcción y mantenimiento de una piscigranja”, pudiendo establecer “sistemas de riego y de suministro de energía”, contando además con “un horno para producir los ladrillos con los que han levantado los edificios para el almacenamiento de todo lo que producen”.
La agricultura moderna, clave
“Sin duda -señala la hermana Lourdes-, la agricultura es lo que salvaría al país, pero no una agricultura hecha con un azadón y una macheta, sino de otra manera. La tierra es muy rica, pero los chicos que acceden a la escuela ya no quieren trabajarla; es muy distinto trabajar la tierra con un azadón que con un tractor y con medios más modernos. Les faltan los medios para poder llegar a ese desarrollo y vías de comunicación que faciliten el acceso a estas comunidades”.
En cuanto a los retos a acometer, la misionera recalca que el esencial es la educación de las mujeres; algo en lo que no se ha avanzado lo suficiente: “En casi todos los poblados ahora ya existen escuelas primarias del Estado y, en algunas, secundarias. La posibilidad de formación es mayor, aunque sea deficiente. Pero, en el caso de las niñas, es muy difícil. Las mujeres todavía siguen muy sometidas al hombre y, por ejemplo, si en una familia numerosa, hay dificultades para mantenerlos a todos y las primeras que salen de la escuela son las niñas, porque tienen que ayudar a la mamá y hacerse cargo de los hermanitos”.
Desconectados en la vida real
A pesar de que se han producido importantes cambios, Lourdes percibe un subdesarrollo más que extendido: “Gran parte de los congoleños vive en casas de adobe y techos de paja, conectados con el mundo gracias al acceso a la telefonía y a la televisión, acceso que han facilitado las grandes compañías de telecomunicaciones y, por otro lado, desconectados de su entorno próximo sin carreteras e infraestructuras básicas. Esta facilidad para acceder a las redes de comunicación está promoviendo en la juventud el anhelo de un cambio de vida”
Con todo, el reto es más que complicado… “Las mentalidades, las culturas y la corrupción generalizada no se cambian con facilidad. Es indignante que haya todavía rincones de países muy ricos, como el Congo, donde se vive en la misera y con las necesidades básicas sin cubrir. El problema es que esa riqueza la explotan el grupo que está en el Gobierno y las multinacionales que colaboran con ellos. Los que están dentro quieren llenar sus bolsillos y los que están fuera quieren aprovecharse; cuanto más, mejor”.
Víctimas de la rapiña
Algo que, tristemente, pudo comprobar de primera mano la voluntaria Josefina Nieto en 2014: “Las potencias extranjeras tienen allí su suministro de minerales. Saben todo lo que pueden extraer de África, pero a nadie le interesa a cambio hacer algo también por su población”. “Empresas privadas -lamenta la laica- que llegan allí, en connivencia con los dirigentes políticos, saben muy bien todo lo que pueden extraer de ese continente”.
Lamentablemente, comprueba la religiosa, “no oigo nada de esas guerras que continúan en el este del Congo, donde está muriendo tanta gente. De hecho, después de la II Guerra Mundial, el Congo es el país que tiene más muertos en conflicto, pero sin que aparezca en ningún sitio. El problema del ébola ahora tampoco se ve en ninguna noticia, o la gente que desaparece cada día con el tema de las elecciones. Sería muy importante que todo esto saliera en los medios para, por lo menos, poder denunciarlo”.
Un pueblo acogedor
Una realidad que contrasta, reivindica Josefina, con la esperanza de muchos congoleños y africanos en general: “Allí he vivido el descubrimiento de sus gentes, el sentir de las personas, el brillo de las miradas, el sonido de sus risas, la musicalidad de su lengua… y, sobre todo, esa franca acogida y amistad que te entregan cuando llegas hasta ellos y eres tú quien se convierte en el raro y el diferente”.
“África-concluye Lourdes- ha sido gran parte de mi vida, con momentos muy duros, pero también muy gratificantes. El desarrollo del pueblo congoleño es lo más importante que queda por hacer, y lo que necesitan es preparación, formación y que se les eche una mano, porque se está siendo muy insensible con África desde el exterior en todos los niveles”.