El Gobierno de Roch Marc Christian Kaboré ha tenido que afrontar, desde finales de 2015, una crisis aguda: la de la amenaza del terrorismo islamista, que hasta hace cuatro años parecía no existir en Burkina Faso. Desde entonces, los grupos violentos no han hecho más que crecer, llegados varios de ellos desde los países vecinos.

Desde 2016, la presencia fundamentalista se ha extendido a 11 de las 13 regiones del país, ocasionando alrededor de 400 víctimas. Y especialmente complicado ha sido el panorama entre el pasado septiembre y febrero, con una media de 34 ataques terroristas al mes.

Operación militar

Con todo, el peor atentado se dio el domingo 12 de mayo, cuando los fieles que asistían a la misa en Dablo, una pequeña población en el norte del país, se vieron sorprendidos por una veintena de hombres armados que entraron en el templo y dispararon sin piedad contra varios de los presentes. El desgraciado saldo fue de seis asesinados, incluido el sacerdote. Además, quemaron la iglesia y acudieron a tirotear un centro médico, huyendo en moto. Al día siguiente, un grupo de católicos que participaban en una procesión en Bam fueron atacados por otro grupo terrorista, que asesinó a cuatro fieles.

En las últimas horas, el Ejecutivo, tras cesar a varios de los gobernadores regionales, ha iniciado una operación militar, bautizada como Doofu, para combatir de un modo directo a las milicias que se han hecho fuertes en varias zonas del país. Además, ha solicitado al Consejo de Seguridad de la ONU la creación de una coalición internacional para pacificar toda la región del Sahel.

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