Como ya viene siendo costumbre durante este tiempo pascual, hoy 26 de mayo, Francisco ha compartido con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro el rezo del Regina Coeli, que sustituye al tradicional ángelus a lo largo de estas siete semanas. Antes, sin embargo, sobre un inmenso tapiz de paraguas abiertos, el Papa ha reflexionado en torno al evangelio de este VI Domingo de Pascua y el discurso que Jesús dirigió a los apóstoles durante la última cena (Jn 14, 23-29). Un pasaje que tiene como protagonista al Espíritu Santo, “el Paráclito (en griego, ‘el que sostiene y consuela’), que los apoyará en la misión de llevar el Evangelio a todo el mundo“, ha subrayado.
“Jesús regresa al Padre, pero continúa instruyendo y animando a sus discípulos a través de la acción del Espíritu Santo”, ha recordado Bergoglio, en referencia a la promesa realizada por el Maestro antes de morir en la cruz. Para, a renglón seguido, preguntarse: “¿Cuál es la misión del Espíritu Santo que Jesús promete como un regalo?”. Y la respuesta la ha tomado prestada del propio Jesús: “Él te lo enseñará todo y te recordará todo lo que te he dicho”.
Recordar, comprender y cumplir
Por tanto, según Francisco, “la tarea del Espíritu Santo es hacer que las personas recuerden, es decir, que comprendan plenamente y puedan cumplir de manera concreta las enseñanzas de Jesús“. Tarea que es “también la misión de la Iglesia”, ha insistido, y que se distingue por “estilo de vida” concreto, que necesita de “la fe en el Señor y la observancia de su Palabra”, además de esa “docilidad a la acción del Espíritu, que continuamente hace que el Señor resucitado esté vivo y presente”.
Para lograr todo eso, “la Iglesia no puede permanecer estática”, ha advertido Francisco. En este sentido, cada bautizado está llamado a actuar como “una comunidad en movimiento, animada y apoyada por la luz y la fuerza del Espíritu Santo que hace que todas las cosas nuevas”. Lo cual se traduce en “liberarnos de los vínculos mundanos”, es decir, de “nuestros puntos de vista, nuestras estrategias, nuestras metas”, de todo aquello que en el camino de la fe obstaculiza “una escucha dócil de la Palabra del Señor”.
La lógica del Evangelio
Y es que “así es el Espíritu de Dios que nos guía y que guía a la Iglesia, para que brille el rostro auténtico, hermoso y luminoso, deseado por Cristo”, ha reiterado el Papa. Palabras que son una invitación del Señor a “abrir nuestros corazones al don del Espíritu Santo, para guiarnos por los caminos de la historia”. Y una lección diaria sobre “la lógica del Evangelio: recibir el amor, enseñarnos todo y recordarnos todo lo que el Señor nos dijo”.
Justo antes de la oración mariana, Francisco ha concluido sus reflexiones pidiendo a María, a la que “en este mes de mayo veneramos y oramos con especial devoción como nuestra madre celestial”, que “proteja siempre a la Iglesia y a toda la humanidad“. Y que ella, que “con fe humilde y valiente ha cooperado plenamente con el Espíritu Santo en la Encarnación del Hijo de Dios”, nos ayude también a dejarnos instruir y guiar por el Paráclito, para que podamos acoger la Palabra de Dios y testimoniarla con nuestras vidas”.