“¿No podría ser posible para las diferentes diócesis en Europa llegar a un acuerdo con los gobiernos y abrir corredores humanitarios para recibir a las personas que han sido olvidadas durante tanto tiempo?”. Es la pregunta del arzobispo de Luxemburgo y presidente de la Comisión de Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), Jean-Claude Hollerich, un día después de la celebración de las elecciones europeas.
De esta manera se ha expresado el prelado en la presentación del mensaje del papa Francisco en la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se ha hecho público hoy, pese a que la cita tendrá lugar el próximo 29 de septiembre. Hollerich ha compartido también la experiencia de su reciente viaje a Lesbos, donde “los refugiados, en las garras de la desesperanza, son olvidados por Europa”. Y ha hecho una petición expresa: “¡Démosles un lugar en el corazón de la Iglesia!”.
Para el presidente de los obispos de la UE, el mensaje del Papa es un documento “clave” para la Iglesia en Europa. “Este mensaje estimula el discernimiento de la Iglesia en Europa”, ha dicho, para luego hablar sobre el materialismo, que “no es solo una fuerza fuera de la Iglesia, también está dentro de nuestros corazones… los corazones de obispos, sacerdotes, religiosos y muchos fieles”. Por eso, “no sentirnos llamados a recibir, proteger, promover e integrar a las personas que llegan a Europa a través de la migración es un signo de materialismo en nuestros corazones… olvidando a los necesitados y marginados”.
Por su parte, Fabio Baggio y Michael Czerny, subsecretarios de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral, han desgranado las siete claves del mensaje del Papa.
“Los temores que sentimos frente a los desafíos migratorios de hoy son reales, pero no podemos dejar que nos priven del deseo y la capacidad de encontrarnos unos con otros y, en estos, de Jesucristo”, ha recordado Baggio. Al tiempo que ha señalado que “hoy, los hermanos y hermanas migrantes nos ofrecen la oportunidad de vivir la más alta caridad, lo que se ejerce hacia aquellos que no pueden corresponder y quizás ni siquiera dar gracias”.
Asimismo, ha indicado que “el encuentro con el otro, con el vecino necesitado, nos ofrece la oportunidad de restaurar la humanidad de los demás, crecer en nuestra humanidad y contribuir a la construcción de una verdadera familia humana”. Además, ha puntualizado que “los pequeños, los pobres, los más vulnerables son los que pagan el precio de las guerras, las injusticias, el desarrollo exclusivo. En cambio, estamos llamados a incluir a todos en nuestro viaje de crecimiento global, para que todos tengan acceso a un desarrollo humano integral”.
Czerny ha querido destacar a los “muchos héroes desconocidos que ponen a los migrantes y refugiados vulnerables en primer lugar, antes de su propia comodidad e incluso seguridad, ayudando en rescates en alta mar, ofreciendo comida y refugio, y simplemente escuchando, sanando u orando con ellos”. Asimismo, ha puesto en valor a las parroquias y comunidades religiosas que han acogido a familias de refugiados, como el papa Francisco los desafió a hacer: “A menudo testifico con gran gratitud por una experiencia profundamente humana y profundamente divina de Cristo viviendo en medio de ellos”.
Por otro lado, ha recalcado que “o nos desarrollamos todos de forma integral, o no habrá desarrollo integral para nadie”. Y, antes de concluir, ha manifestado que “la migración no es una crisis o emergencia inesperada, sin precedentes. La movilidad humana, que desafortunadamente incluye a una proporción que se ve obligada a huir por una variedad de razones comprensibles, es un hecho de la vida humana. La pregunta relevante es: ¿responden los gobiernos, las empresas, las comunicaciones y la sociedad civil de manera competente y responsable? El papel de la Iglesia no es un sustituto. En cambio, como cristianos, nos comprometemos a dar la bienvenida, proteger, promover e integrar a las personas vulnerables en movimiento”.