“La caridad no es una actuación estéril o una simple oferta para silenciar nuestra conciencia”. Así lo ha dicho hoy el papa Francisco en su audiencia a la XXI Asamblea General de Caritas Internationalis, que concluye mañana bajo el lema ‘Una familia humana, un hogar común’, inspirada en la encíclica ‘Laudato si”. A media mañana, Jorge Mario Bergoglio les ha recibido en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano y les ha dirigido un mensaje basado en tres claves: caridad, desarrollo integral y comunión.
En primer lugar, Francisco les ha recordado que “la caridad tiene su origen y su esencia en Dios mismo”, porque “la caridad es el abrazo de Dios nuestro Padre a cada hombre, especialmente al último y al sufrimiento, que ocupa un lugar preferencial en su corazón. Si consideráramos la caridad como un servicio, la Iglesia se convertiría en una agencia humanitaria y el servicio de la caridad en su ‘departamento de logística’. Pero la Iglesia no es nada de todo esto, es algo diferente y mucho más grande: es, en Cristo, la señal y el instrumento del amor de Dios por la humanidad y por toda la creación, nuestra casa común”.
En segundo lugar, en relación al desarrollo integral ha manifestado que “en el servicio de la caridad está en juego la visión del hombre, que no puede reducirse a un solo aspecto, sino que involucra a todo el ser humano como hijo de Dios, creado a su imagen. Los pobres son, ante todo, personas, y sus rostros ocultan el de Cristo mismo. Son su carne, signo de su cuerpo crucificado, y tenemos el deber de alcanzarlos incluso en las periferias más extremas y en los sótanos de la historia con la delicadeza y la ternura de la Iglesia Madre”. Y es que “el servicio de la caridad debe, por lo tanto, elegir la lógica del desarrollo integral como un antídoto para la cultura del desperdicio y la indiferencia”.
Con respecto a la comunión, Bergoglio ha indicado que es “la que anima, acompaña y apoya el servicio de la caridad tanto en las propias comunidades como en situaciones de emergencia en todo el mundo”.
Los tres aspectos –caridad, desarrollo integral y comunión– ha instado a vivirlos “con un estilo de pobreza, gratuidad y humildad”, porque “no se puede vivir la caridad sin tener relaciones interpersonales con los pobres: vivir con los pobres y para los pobres. Los pobres no son números sino personas. Viviendo con los pobres aprendemos a practicar la caridad con el espíritu de pobreza, aprendemos que la caridad es compartir. En realidad, no solo la caridad que no llega al bolsillo es una falsa caridad, sino que la caridad que no involucra al corazón, el alma y todo nuestro ser es una idea de caridad que aún no se ha realizado”.
Asimismo, ha indicado que “siempre debemos tener cuidado de no caer en la tentación de vivir una caridad hipócrita o engañosa, una caridad identificada con limosnas o como una ‘calmante’ para nuestra conciencia inquieta. Es por esto que debemos evitar asimilar el trabajo de la caridad con la eficacia filantrópica o con la eficiencia de la planificación o con la organización exagerada y efervescente”.
En el mismo sentido, ha indicado que “es escandaloso ver a los trabajadores de la caridad que lo transforman en negocio: hablan mucho sobre la caridad pero viven en el lujo o la disipación u organizan foros sobre la caridad en los que se desperdicia inútilmente mucho dinero”. Y ha aseverado: “Es horrible notar que algunos trabajadores de la caridad se convierten en funcionarios y burócratas”.