Tras 12 años pastoreando Tánger, desde el pasado 24 de mayo, el franciscano Santiago Agrelo ya es el arzobispo emérito de la diócesis marroquí. El papa Francisco le ha aceptado la renuncia por edad, que presentó el 20 de junio de 2017 cuando alcanzó los 75 años. Mientras llega su sucesor, el arzobispo de Rabat, el también español Cristóbal López será el administrador diocesano de Tánger.
En conversación con Vida Nueva, Agrelo reconoce que estas son horas de nostalgia: “Me deja una extraña sensación pensar que dentro de unos días estaré lejos de Tánger; que este mundo, que ha sido mi mundo durante 12 años, de repente se queda atrás, como si hubiese sido un paréntesis en el conjunto de mi vida”.
“Pero –enfatiza–no lo ha sido, no lo es: estos 12 años se van pegados a mí, los llevo interiorizados, tan míos como los anillos que un árbol, con el paso del tiempo, echa en su tronco. He tenido tantas alegrías y tanto sufrimiento que me voy con la certeza de haber vivido a tope, de haber ayudado a vivir, de haber sido muy amado, de haber ido dejando en la vida de los pobres una rica herencia de abrazos, de comprensión, de cariño y, cuando he podido, el alivio de un pedazo de pan.
“Nunca pensé –añade el religioso gallego– que Dios pudiese sacar tanto de tan poca cosa, pero lo creí, y él ha hecho las cosas a su manera. Y a él se vuelve mi corazón para gritar un gracias”.
Sobre el perfil del obispo que le gustaría que le sucediese en Tánger, Agrelo entiende que “sería muy equivocado escoger, desde nuestras preferencias, al pastor que una determinada Iglesia necesita”. Algo que él sabe por propia experiencia… “Mi historia personal me desconcierta enormemente: no había sido ‘misionero’ en Marruecos ni en ningún otro sitio. No tenía idea de lo que es un país musulmán, ningún país musulmán. Llegué aquí sin experiencia ninguna de misión ‘ad gentes’ y, lo que es peor, sin experiencia ninguna de gobierno. El hombre que el papa Benedicto escogió para suceder a un pastor gigante como había sido mi predecesor, Antonio Peteiro, era un profesor de liturgia que había pasado la vida entera en las aulas y que tenía apenas cinco años de experiencia pastoral como párroco. Y mi impresión es que, de esa piedra, el Señor sacó agua a raudales”.
Con todo, Agrelo sí apunta ciertas esencias que anhela que latan en su sucesor: “Espero que le duela el dolor de los demás; espero que lo encuentren cercano quienes necesiten de él y siempre que lo necesiten; espero que encuentre en Dios la luz necesaria para hacer frente a la oscuridad de la noche; espero que se acurruque en Dios y aprenda allí a abrazar a los que andan escasos de cariño y de pan. Espero que se parezca a Jesús de Nazaret. Espero que los pobres y los fieles encuentren en él el Evangelio que todos necesitamos.