‘Caminar juntos’. Es el lema de la visita del papa Francisco a Rumanía. Y, también, el eje sobre el que el Pontífice ha vertebrado su discurso ante las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático. “La Iglesia católica no es extranjera, sino que participa plenamente en el espíritu nacional rumano, como lo demuestra la participación de sus fieles en la formación del destino de la nación, en la creación y el desarrollo de estructuras de educación integral y formas de asistencia típicas de un Estado moderno”, ha remarcado.
Francisco ya está en Rumanía. Aterrizó a las 10:30 horas y, tras la recepción oficial en el aeropuerto de Bucarest, se desplazó hasta la sede de la Presidencia de la República, donde tuvo un encuentro privado con el presidente, Klaus Werner Iohannis, y, posteriormente, con la primera ministra, Vasilica Viorica Dăncilă. De esta manera comenzaba su periplo por tierras rumanas, que concluirá este domingo, 2 de junio y que ha tenido su primer gran momento con el discurso papal.
“Las Iglesias cristianas pueden ayudar a redescubrir y alimentar ese corazón palpitante del que brote una acción política y social que partiendo de la dignidad de la persona lleve a comprometerse con lealtad y generosidad por el bien común de la comunidad”, ha continuado el Papa. Al mismo tiempo, “se esfuerzan por convertirse en un reflejo creíble y en un testimonio atractivo de la acción de Dios, promoviendo entre ellas una verdadera amistad y colaboración”, ha explicado.
“Queremos contribuir a construir Rumanía”
Jorge Mario Bergoglio ha reconocido que “la Iglesia católica quiere contribuir a la construcción de la sociedad, quiere ser un signo de armonía, esperanza de unidad y ponerse al servicio de la dignidad humana y el bien común”. Además, “desea colaborar con las autoridades, con las demás Iglesias y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad para caminar juntos y poner sus talentos al servicio de toda la comunidad”. Por eso, “desea contribuir a la construcción de la sociedad y la vida civil y espiritual de vuestra hermosa tierra de Rumania”, ha aseverado.
Francisco comenzaba su discurso con los saludos, que se hacían especiales a todos los miembros de la Iglesia católica, “a los que he venido a confirmar en la fe y a alentar en su camino de vida y de testimonio cristiano”. “Me complace estar en vuestra ‘zara frumoasa’ (tierra hermosa)”, ha dicho el Pontífice atreviéndose con el rumano. Y llega al país en el momento en que Rumania, por primera vez desde que se unió a la Unión Europea, preside en este semestre el Consejo Europeo.
“Este es un momento propicio para dirigir una mirada de conjunto sobre los últimos 30 años desde que Rumania se liberó de un régimen que oprimía la libertad civil y religiosa, la aislaba de otros países europeos y la llevaba también al estancamiento económico y al agotamiento de sus fuerzas creadoras”, ha indicado. Durante este tiempo, “Rumania se ha comprometido en la construcción de un proyecto democrático a través del pluralismo de las fuerzas políticas y sociales, y del diálogo recíproco en favor del reconocimiento fundamental de la libertad religiosa y la plena integración del país en el amplio escenario internacional”.
“Sigan trabajando”
Asimismo, Bergoglio ha reconocido “lo mucho que se ha avanzado en este camino, aun en medio de grandes dificultades y privaciones. El deseo de progresar en los diversos campos de la vida civil, social, cultural y científica ha puesto en marcha tantas energías y proyectos, ha liberado numerosas fuerzas creativas que antes estaban retenidas y ha dado un nuevo impulso a las numerosas iniciativas emprendidas, conduciendo el país al siglo XXI”. Y ha añadido: “Los aliento a seguir trabajando para consolidar las estructuras e instituciones necesarias que no solo den respuesta a las justas aspiraciones de los ciudadanos, sino que estimulen y permitan a su pueblo plasmar todo el potencial e ingenio del que sabemos es capaz”.
Al mismo tiempo, “es necesario reconocer que las transformaciones requeridas tras la apertura de una nueva etapa han comportado –junto a logros positivos– la aparición de obstáculos inevitables que hay que superar y los efectos colaterales que no siempre son fáciles de gestionar para la estabilidad social y para la misma administración del territorio”.
Ante todo, “pienso en el fenómeno de la emigración, que ha afectado a varios millones de personas que han abandonado sus hogares y sus países de origen para buscar nuevas oportunidades de trabajo y de una vida digna; pienso en la despoblación de tantas aldeas, que en pocos años han visto marcharse a un número considerable de sus habitantes; pienso en las consecuencias que todo esto puede tener sobre la calidad de vida en esos territorios y el debilitamiento de sus más ricas raíces culturales y espirituales que los sostuvieron en la adversidad”. Y “rindo homenaje a los sacrificios de tantos hijos e hijas de Rumania que enriquecen con su cultura, su idiosincrasia y su trabajo, los países donde emigraron y ayudan con el fruto de su empeño a sus familias que quedaron en casa”, ha proseguido.
Aumentar la colaboración
Para afrontar los problemas de esta nueva fase histórica, “para hallar soluciones efectivas y encontrar la fuerza para aplicarlas”, el Papa ha propuesto “aumentar la colaboración positiva de las fuerzas políticas, económicas, sociales y espirituales; es necesario caminar juntos y decidirse todos con convicción a no renunciar a la vocación más noble a la que un Estado debe aspirar: hacerse cargo del bien común de su pueblo”. Y es que “caminar juntos, como forma de construir la historia, requiere la nobleza de renunciar a algo del propio punto de vista, o del interés personal específico, en favor de un proyecto más amplio, de tal manera que se pueda forjar una armonía que permita avanzar con seguridad hacia metas comunes”.
“De esta manera –ha señalado–, es posible construir una sociedad inclusiva, en la que cada uno se transforme en protagonista del bien común donde los más débiles, los más pobres y los últimos no sean vistos como indeseados, como obstáculos que impiden que la ‘máquina’ camine, sino como ciudadanos y hermanos para ser plenamente insertados en la vida civil; es más, sean considerados como la mejor verificación de la bondad real del modelo de sociedad que se está construyendo”. De hecho, “cuanto más una sociedad se responsabiliza del destino de los más desfavorecidos, tanto más puede llamarse verdaderamente civil”, ha subrayado.
“Para un desarrollo sostenible y armonioso, para la reactivación concreta de la solidaridad y la caridad, para la sensibilización de las fuerzas sociales, civiles y políticas hacia el bien común, no es suficiente con actualizar las teorías económicas, ni con las técnicas y las habilidades profesionales, aunque sean necesarias. Se trata en efecto de desarrollar, junto con las condiciones materiales, el alma de vuestro pueblo”, ha expresado antes de concluir pidiendo al Señor que bendiga a Rumania.