El Papa arrancó su última jornada del viaje de tres días a Rumanía con una celebración multitudinaria en la ciudad transilvana de Blaj, en un país que cuanta con apenas un 7% de católicos. Así ha quedado de manifiesto en la eucaristía de beatificación de siete obispos greco-latinos mártires, víctimas del gulag comunista rumano en el marco del régimen de Nicolás Ceasucescu. La Iglesia greco-latina rumana se creó a finales del siglo XVII, es una Iglesia de rito bizantino en comunión con la Santa Sede y esta misa celebrada en el Campo de la Libertad supuso un nuevo impulso en el fortalecimiento de estas relaciones.
“Ante la feroz opresión del régimen, ellos manifestaron una fe y un amor ejemplar hacia su pueblo”, elogió el Papa al referirse a los obispos Valeriu Traian Frentiu, Vasile Aftenie, Ioan Suciu, Tito Livio Chinezu, Ioan Balan, Alexandru Rusu e Iuliu Hossu. Sobre ellos, destacó cómo, “con gran valentía y fortaleza interior, aceptaron ser sometidos a un encarcelamiento severo y a todo tipo de ultrajes, con tal de no negar su pertenencia a su amada Iglesia”.
Desprovistos de raíces
Pero, Francisco mostró especial interés en traer al presente aquellas escenas de terror: “También hoy reaparecen nuevas ideologías que, de forma sutil, buscan imponerse y desarraigar a nuestros pueblos de sus más ricas tradiciones culturales y religiosas”. Así, advirtió de las “colonizaciones ideológicas que desprestigian el valor de la persona, de la vida, del matrimonio y la familia dañan con propuestas alienantes, tan ateas como en el pasado, especialmente a nuestros jóvenes y niños dejándolos desprovistos de raíces desde donde crecer”.
Entre las consecuencias de estos nuevos totalitarismos, el Papa alertó de cómo se buscar tratar a las personas “como meros objetos”. “Son voces que, sembrando miedo y división, buscan cancelar y sepultar el más rico de los legados que estas tierras vieron nacer”, aseveró.
Luchas contra las ideologías
Frente a ello, llamó al pueblo rumano a “llevar la luz del Evangelio a nuestros contemporáneos y a seguir luchando, como estos beatos, contra estas nuevas ideologías que surgen”. “Que seáis testigos de libertad y de misericordia, haciendo prevalecer la fraternidad y el diálogo ante las divisiones, incrementando la fraternidad de la sangre, que encuentra su origen en el periodo de sufrimiento en el que los cristianos, dispersos a lo largo de la historia, se han sentido cercanos y solidarios”, deseó.
Precisamente, Francisco presentó a los nuevos beatos como pastores que “han dejado al pueblo rumano una preciosa herencia”, que resumió en esas dos palabras: libertad y misericordia”. Estos guiaron a Francisco en una reflexión para reivindicar la convivencia en la diversidad del país, “un patrimonio espiritual que enriquece y caracteriza la cultura y la identidad nacional rumana”.
Derechos fundamentales de la persona
“Los nuevos beatos sufrieron y dieron su vida, oponiéndose a un sistema ideológico que rechazaba la libertad y coartaba los derechos fundamentales de la persona humana”, insistió el Santo Padre, que quiso reconocer a todos esos creyentes anónimos que se mantuvieron firmes en la fe en las cuatro décadas de hostigamiento comunista: “En aquel periodo triste, la vida de la comunidad católica fue sometida a una dura prueba por un régimen dictatorial y ateo: todos los obispos y muchos fieles de la Iglesia Greco-Católica y de la Iglesia Católica de rito latino fueron perseguidos y encarcelados”.
Sobre el don de la misericordia, Francisco destacó la capacidad de perdón de los nuevos beatos hacia sus torturadores: “Es un mensaje profético, porque se presenta hoy como una invitación a todos para superar el rencor con la caridad y el perdón, viviendo la fe cristiana con coherencia y valentía”.
El riesgo de aniquilar al otro
El Papa echó la vista atrás para recordar a los rumanos el sufrimiento que se genera cuando “el peso de la ideología o de un régimen es más fuerte que la vida y se antepone como norma a la misma vida y a la fe de las personas; cuando la capacidad de decisión, la libertad y el espacio para la creatividad se ve reducido y hasta cancelado”. Así, trajo al presente “los discursos y acciones basados en el desprestigio que llevan hasta la expulsión y aniquilación de quien no puede defenderse y hacen callar las voces disonantes”.
Tomando como referencia el Evangelio de la curación del ciego, en su homilía el Papa subrayó además una de las líneas maestras de su Pontificado. “Jesús fue capaz de poner en el centro a aquel que estaba en la periferia, especialmente cuando se piensa que el primado lo tiene ‘el sábado’ y no el amor del Padre”. “El ciego tenía que convivir no sólo con su ceguera sino también con la de aquellos que lo rodeaban”, explicó a los fieles congregados en Blaj.
Este ejemplo le permitió alertar a los presentes de cómo “las resistencias y hostilidades” personales son fruto de “intereses particulares, rótulos, teorías, abstracciones e ideologías, que lo único que logran es enceguecer todo a su paso”. Frente a ello, Jesús, “busca a la persona con su rostro, con sus heridas e historia”.