A pesar de que algunos senadores republicanos han manifestado su rechazo a la iniciativa del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump de cobrar aranceles a México como mecanismo de presión por considerar que no ha hecho lo suficiente para detener el flujo migratorio, la alerta roja continúa encendida.
De manera particular, la Iglesia católica en México ha manifestado su preocupación no solo por lo que esto podría significar para los productores nacionales, sino también por la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los migrantes tanto connacionales como los centroamericanos.
A través de su artículo semanal, el obispo Felipe Arizmendi, responsable de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, aseguró que Trump no tiene una visión humanitaria de la política, “sino que todo lo ve, lo juzga y lo decide con criterios monetarios; no le importan las personas y las familias, sino sus intereses económicos. Y como muchos de sus paisanos tienen esa misma visión, economicista y racista, con esto trata de ganarse adeptos para su reelección”.
El también Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas explicó que México ha vivido en carne propia lo que implica la migración de millones de personas al norte, por lo que tiene, en general, una actitud de más apertura y de apoyo a tantos migrantes que pasan por esta tierra, sobre todo de Honduras, El Salvador y Guatemala. Sin embargo, lamentó que ante la llegada masiva de miles de ellos, muchos mexicanos han asumido también actitudes repulsivas.
Señaló que si bien en las fronteras norte y sur, mucha gente ha abierto su corazón y les ha compartido techo, comida, medicinas y protección, y el gobierno ha implementado medidas para atenderlos en la medida de lo posible, también es cierto que no se dan abasto a tanta demanda y México está rebasado.
“Nuestros albergues no alcanzan a recibir a tantos que llegan. Algunos los ven como un peligro, una invasión, un abuso de nuestras fronteras abiertas. Ciertamente no faltan polleros explotadores y criminales que aprovechan el momento para huir de la justicia en su país”.
Ante esta situación, se refirió al viaje apostólico que hizo el papa Francisco el pasado fin de semana a Rumanía, donde se encontró con la comunidad gitana, y cuya actitud –dijo– debe guiar la acción de los mexicanos hacia los migrantes.
Citó las palabras del papa Francisco en su viaje: “La indiferencia es la que alimenta los prejuicios y fomenta los rencores. ¡Cuántas veces juzgamos de modo temerario, con palabras que hieren, con actitudes que siembran odio y crean distancias! No somos en el fondo cristianos, ni siquiera humanos, si no sabemos ver a la persona, antes que sus acciones, antes que nuestros juicios y prejuicios”.
Arizmendi señaló que las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata, se han convertido en emblema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su misma condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, puesto que se las considera responsables de los males sociales. La actitud hacia ellas constituye una señal de alarma, que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura del descarte”.
Por ello, el Obispo hizo un llamado a los mexicanos a que “no los dejemos ir con las manos vacías. Compartamos al menos algo de lo que tenemos, para que no les falte ‘el pan de cada día’”.