“Acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes” son palabras que ha repetido en numerosas ocasiones el papa Francisco y, en base a ellas, la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE) celebra esta semana sus XXXIX Jornadas de Delegados y Agentes de Pastoral de Migraciones 2019, bajo el título ‘Proteger y promover a migrantes y refugiados’. Marisa Arreba, una de las ponentes en este encuentro, es religiosa oblata del Santísimo Redentor, una congregación que, por carisma, da asistencia y apoyo integral a las mujeres en contextos de prostitución o víctimas de trata.
Y es que, cuando la realidad muestra que de las 13.000 mujeres identificadas en nuestro país por la Policía en 2017 como víctimas de trata, al menos un 80% eran explotadas sexualmente, resulta evidente que en los procesos migratorios el ser mujer acarrea un doble peligro. “La prostitución se vive de forma muy distinta dependiendo de dónde proceden las mujeres”, indica Arreba a Vida Nueva. “Por ejemplo, hay mujeres africanas que la trata la han vivido como parte de un proceso migratorio en el que han ejercido la prostitución, han pagado su deuda y ahora ya están completamente fuera y, además, es algo de lo que no quieren volver a saber nada”.
“En la Iglesia creo que estamos muy concienciados con lo que ocurre y con lo que supone la migración, pero las respuestas son limitadas porque los recursos también lo son”, dice. Y es que “los organismos públicos no pueden seguir dejando temas tan importantes en manos de entidades privadas”, ya que de ello depende que se consiga o no la necesidad de estas mujeres de lograr su plena inserción en la sociedad, para empezar, encontrando un empleo.
“La participación en las jornadas de la CEE la tomamos también como manera de explicar no solo qué hacemos en oblatas, sino también cómo se percibe desde dentro la necesidad de promoción a mujeres en prostitución y víctimas de trata”, señala, ya que “las mujeres víctimas de trata necesitan protección a muchos niveles, pero casi a los mismos niveles lo necesitan también las mujeres que están en prostitución, porque hay una exclusión y una estigmatización que están ahí, además del tema de la salud”.
Precisamente, este es uno de los grandes escollos a los que se tienen que enfrentar: el estigma social. “Somos los demás quienes estigmatizan y juzgan, por eso somos precisamente los que no estamos ahí dentro, viviendo lo que supone esa realidad, quienes tenemos que sensibilizarnos y concienciarnos de lo que suponen estas situaciones”, subraya Arreba, quien opina que es necesario, para acabar con estos prejuicios sobre la mujer migrante que ejerce la prostitución, que “se haga visible a estas mujeres y la realidad que viven”.
Arreba es coordinadora del Programa Oblatas Madrid, el cual tiene tres vertientes: es un centro de atención a la mujer en contextos de prostitución, intervención en estos contextos y piso de acogida, el proyecto ‘Tu casa’. “Cuando piden plaza en un recurso así es que se les han agotado las posibilidades reales de vivir de manera independiente”, apunta Arreba. Por eso, las mujeres que llegan al proyecto –en el cual disponen de plazas para 6 mujeres y 8 niños menores de 3 años– lo que más piden es, sobre todo, “encontrar un sitio seguro para sus hijos, a nivel social, a nivel de familia, a nivel de vínculos, pero también de saber que sus hijos van a poder estar protegidos”.
“Nos ha llegado alguna mujer que incluso ha estado durmiendo en un trastero, y el haber vivido estas carencias materiales y pensar que sus hijos van a pasarlo igual les crea mucha angustia”, subraya. Por eso, el objetivo del proyecto no es otro que ofrecer alojamiento, pero también protección integral en un espacio seguro. “Atendemos distintas áreas, como la educativa, la social, la psicológica, la laboral y la de salud, porque son mujeres que vienen embarazadas o con niños y la salud es una de las cosas que más les preocupan”, añade.
Desde el mismo proyecto se hace intervención en contextos de prostitución, es decir, se acude directamente a pisos o clubs para establecer contacto con las mujeres. “Esto nos hace llegar directamente a donde se encuentran ellas y desde ese contacto lo que pretendemos es acompañarlas en su proceso vital, decidan lo que decidan, con temas de salud, recursos o apoyo personal”, explica. De la misma manera, desde el servicio de atención a la mujer de oblatas lo que hacen es atender a las mujeres que han estado en el proyecto o con las que contactan en la calle, que acuden a pedir asesoramiento social, laboral, jurídico que se las acompañe a gestiones o, simplemente, al médico.
“Esto lo hacemos siempre con la colaboración con otras entidades, porque entendemos que hacerlo solas no tiene ningún sentido”, apunta Arreba. “Trabajar con entidades que tienen distintas perspectivas del tema de prostitución enriquece tanto a la labor que hacemos como a la propia intervención con ellas”, añade. Además de organizaciones estatales y privadas, también colaboran con otras congregaciones que están en Madrid, sobre todo para casos en los que hay que derivarlas de un proyecto a otro porque no se adapten al perfil –porque los niños sean mayores de 3 años, por ejemplo–. Algunas de las congregaciones con las que trabajan, dependiendo de cada caso, es la Cruz Blanca, las adoratrices y Villa Teresita.
El acompañamiento cobra, además, un valor especialmente importante dentro de esta congregación. “Las mujeres vienen aquí a hacer un proceso, sea cual sea, pero se pretende que al salir estén mejor de cómo entraron”, recalca Arreba. Y esto lo demuestra el hecho de que muchas de las mujeres que han acudido al proyecto siguen manteniendo relación con las oblatas, con quienes comparten distintos eventos y celebraciones a lo largo del año. “Personalmente creo que lo que hace que estas mujeres salgan adelante no es solo esa intervención social, sino el afecto y el vínculo que creamos con ellas”.