Con una activa participación de la escuela católica de América inició en Nueva York, este 6 de junio, el congreso mundial de la Oficina Internacional de Educación Católica (OIEC) que aborda, como temática central, “educar para el humanismo solidario para construir la civilización del amor”.
En torno de unos 500 líderes educadores participan de las jornadas de reflexión que se extenderán hasta el próximo 8 de junio y que incluye, en su programación, conferencias magistrales, talleres y laboratorios temáticos, además de algunas actividades por regiones.
La red de educación católica más grande de América
En nombre de la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC), su secretario general, Óscar Pérez Sayago destacó, durante la apertura del congreso, que “somos la red de educación católica más grande de América, integrada por 23 países, Familias Mundi, Fe y Alegría y FLACSI”. Desde Canadá hasta Argentina la CIEC representa el 35% de la escuela católica mundial.
De cara a la realidad que atraviesa el continente en particular, y la escuela católica a nivel mundial, Pérez Sayago planteó la urgencia de ser “inmensamente significativos” –citando al Hno. Carlos Gómez, religioso lasallista–, para lo cual se hace necesario “esforzarnos por entender las dinámicas del mundo global y diverso de hoy” y “ayudar a construir sentido”, con los riesgos que ello conlleve y “fieles al espíritu fundacional de nuestras escuelas”.
La audacia de creer y crear
También se hace necesario “reconocer la caducidad de las estructuras que respondieron a otras épocas, y aceptar nuestras limitaciones” –continuó el secretario general de la CIEC– para apostar por “la audacia de creer y crear, aún a costa de equivocarnos”.
Dar razón de nuestra esperanza, trabajar en red y con pasión, son algunas de las claves propuestas por la CIEC para afrontar la actual coyuntura, a fin de “crear sentido, generar solidaridad y compromiso con la justicia”, subrayó Pérez Sayago.
“En pocas palabras, necesitamos recuperar nuestra vocación utópica”, apuntó el secretario general de la CIEC, planteando algunas sugestivas interpelaciones a los congresistas: “¿cómo sería este mundo si entendiéramos y comunicáramos en nuestros proyectos educativos que el desarrollo sostenible es posible, que podemos dar pasos a una conversión ecológica, que la ciencia y la tecnología pueden ser aliados de la justicia social y de la preservación de la vida y del planeta? ¿Qué pasaría si pudiéramos contribuir más decididamente a comunicar un nuevo paradigma sobre el ser humano, la sociedad, la política, la ética? ¿Cómo sería una nueva primavera en la escuela católica si todos los aquí presentes no nos cansáramos de sembrar esperanza en el corazón de cada niño y joven que educamos?”.