Cultura

El Museo Diocesano de Arte Sacro de Bilbao se convierte en un ‘escape room’





El Museo Diocesano de Arte Sacro de Bilbao reinventa la manera de ver la tradición, la fe y el patrimonio artístico. “Podemos hacer un museo de arte sacro, un museo evangelizador, un museo con pastoral y, al mismo tiempo, podemos hacer un museo aprovechándonos –y lo digo en el mejor de los sentidos– de lo último que se está haciendo: de las nuevas tecnologías, de las maravillas que se pueden hacer con un teléfono móvil o de una sala de escape, que siempre la relacionamos con cosas frikis y frívolas. Pero puede serlo y puede no serlo”, explica Juan Manuel González Cembellín, director técnico del museo, quien ha transformado el espacio museístico en una inmensa sala de escape única en Europa.

“Lo que nos planteamos es generar actividades que puedan atraer a nuevos públicos –manifiesta González–. Si tenemos que hacer algo clásico, como una conferencia, un concierto o una visita guiada, la hacemos; pero también pensamos en otras actividades que pueden sorprender en un museo”. La sala de escape, tan de moda entre los adolescentes, y no tan jóvenes, lo es. “Hay pocos museos con salas de escape. De los que las tienen en el resto de Europa, ninguno, que sepamos, tiene una sala de escape que sea todo el museo. En este sentido somos únicos”, precisa a Vida Nueva el director.

‘La Abadía de Atxuri’

El juego de la sala de escape –“la mayor intriga conventual conocida hasta el momento”, apostilla González– se denomina ‘La Abadía de Atxuri’, como se conoce a la sede de este museo diocesano, el convento dominico de la Encarnación, que data de 1513.

A punto de cumplir veinticinco años en su actual emplazamiento, González y su equipo están decididos a aumentar la cifra de visitantes. “En nuestro caso, la aventura se desarrolla en varias salas distribuidas por el museo, pero, además, se desarrolla en el propio museo. Es decir, el museo es la sala de escape. Los jugadores, les guste o no, les apetezca o no, van a tener que visitar el museo y se van a tener que fijar en las obras de arte, porque parte de la información, de las pistas, que les hacen falta para seguir en el juego, están en las propias obras”, señala el director.

Y prosigue: “Cuando llegan al museo, a los jugadores les recibe un abad, o una abadesa, según elijan, que les explica que en el convento algo está pasando porque están muriendo los monjes, o las monjas, y lo que hace ese abad o abadesa es pedir ayuda para conseguir el antídoto que les salve”. Así comienza una carrera contra el reloj. “Dura entre 60 y 75 minutos, según las habilidades del grupo, y pasan por una serie de pruebas, siguiendo pistas. Leyendo informaciones en las obras de arte, van encontrando datos que les llevan a nuevas pistas y, al final, consiguen ese mejunje que es el que salva de morir envenenados a los religiosos”.

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