Los jardines vaticanos ocupan unas 23 hectáreas. Hay cuevas, esculturas, pequeñas edificaciones, fuentes, un laberinto y unos cuantos árboles. Entre estos últimos está un olivo plantado hace ahora 5 años, entre el papa Francisco y los presidentes de Israel, Shimon Peres, y de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, como “símbolo duradero del mutuo deseo de paz entre los pueblos israelí y palestino”. Uno de esos encuentros históricos que surgieron del viaje papal a Tierra Santa en mayo de 2014 –el segundo de los periplos internacionales de Francisco–. Francisco los invitó a “su casa” a rezar por la paz.
El pasado miércoles, al final de la audiencia, el pontífice invitó a conmemorar este 5º aniversario a las 13:00 horas de este sábado 8 de junio con un “minuto por la paz”, promovido por Acción Católica Internacional, para el que pidió “oraciones y reflexiones” con el objetivo de conseguir “un mundo más fraterno”.
La oración entonces se hizo en los jardines, sin ningún símbolo religioso, con música y palabras. Por orden cronológico, las tres religiones rezaron por la paz en boca de un rabino, un sacerdote y un imán. Algo más que un encuentro testimonial en medio del conflicto político, diplomático y también religioso que se vive en la tierra del Señor.
“Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide”, dijo entonces el papa Francisco. “Es un encuentro que responde al deseo ardiente de cuantos anhelan la paz, y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos”, apuntó haciéndose portavoz de tantos deseos.
Y también les recordó que “para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo”.
“Que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre ‘hermano’, y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam”, concluyó la plegaria.
Una de las personas que estuvo en la trastienda del viaje de Francisco a Tierra Santa y del encuentro en el Vaticano fue el periodista judío de orígenes hispano-portugueses Henrique Cymerman, que conoció al Papa gracias al rabino de Buenos Aires, Abraham Skorka. El Pontífice agradeció la mediación del corresponsal de Mediaset concediéndole al día siguiente de la oración en el Vaticano una entrevista que se emitió en Cuatro.
El papa Francisco condenó “la violencia en nombre de Dios” y, refiriéndose al encuentro de oración, confesó que “en el Vaticano, un 99% decía que no se iba a hacer y después el 1% fue creciendo” en la confianza en la cita. Además de señalar que al periodista “se le debe gran parte del logro”, añadió que el propio Papa “sentía que nos veíamos empujados a una cosa que no se nos había ocurrido y que, poco a poco, fue tomando cuerpo. No era para nada un acto político –eso lo sentí de entrada– sino que era un acto religioso: abrir una ventana al mundo”.