‘Somos misión’. Bajo este lema, los obispos españoles han escrito un mensaje a los laicos en este Domingo de Pentecostés –en el que se celebra también el Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar– en el que los invitan a “desarrollar un talante nuevo, de caminar juntos, que se denomina sinodalidad”.
Un talante para, en “la línea del magisterio del papa Francisco”, poder “ir construyendo la comunión en la Iglesia”. Y es que todo el mensaje de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, que preside el obispo auxiliar de Valencia, Javier Salinas Viñals, está presidido por la invitación que el Papa lanzó en su exhortación programática Evangelii gaudium, en la que afirma “yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo”.
Desde ahí, los pastores, recordando que “los laicos sois Iglesia” y que “en cuanto a vuestra dimensión eclesial es muy importante que os sintáis protagonistas”, ofrecen en esta jornada cinco claves a los seglares para profundizar en esa sinodalidad:
“Para poder crecer en sinodalidad –señala el mensaje episcopal– es necesario que todos nos sintamos partícipes, corresponsables en al misión de la Iglesia”.
En este proceso, los obispos consideran muy importante “que aprendamos a trabajar no por oficinas aisladas, sino por proyectos, que son los que nos ayudan a ir creciendo en la búsqueda de objetivos y logros comunes”.
Esta sinodalidad anhelada, tiene que hacer que los laicos se sientan “invitados a ser misioneros también en el interior de la Iglesia, participando activamente en tareas intraeclesiales, que son muy importantes: catequesis, liturgia, Cáritas, asistencia a la misa dominical…”.
Para los obispos, ese nuevo estilo evangelizador marcado por la sinodalidad “evita que caigamos en la tentación del clericalismo, que es un mal demasiado frecuente en los sacerdotes y también en los laicos”.
“Por vuestra condición personal –subrayan los prelados–, al estar más en contacto, inmersos en las realidades temporales, estáis llamados, de un modo particular, a ser Iglesia en medio del mundo”, un laicado que, como señala el papa Francisco, “esté en salida, que se arriesgue, que se ensucie las manos, que no tenga miedo a equivocarse y que mire siempre hacia delante, hacia el futuro con alegría y esperanza”.