Luego de que los gobiernos de México y Estados Unidos alcanzaran un acuerdo que contempla un mayor control de los flujos de inmigrantes en territorio mexicano, los obispos del país recordaron a las autoridades de gobierno que estas personas de ninguna manera pueden ser “moneda de cambio”.
Los compromisos asumidos por México, que evitaron que el presidente Donald Trump impusiera aranceles especiales a los productos mexicanos, se pueden resumir en cuatro rubros: desplegar la Guardia Nacional en la frontera sur de México; las personas que soliciten asilo a Estados Unidos deberán permanecer en México mientras esperan la resolución; colaboración entre las dos naciones para enfrentar los flujos migratorios, y fortalecer y convertir a Centroamérica en una zona de desarrollo.
En un mensaje firmado por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Rogelio Cabrera López, titulado: “No se trata sólo de migrantes: se trata de nuestra humanidad”, si bien el episcopado celebró que se haya alcanzado dicho acuerdo, como Iglesia le preocupa la falta de acogida humanitaria a los migrantes.
“Desplegar seis mil efectivos de la Guardia Nacional en la frontera sur no es una solución de raíz que atienda a las verdaderas causas del fenómeno migratorio”, señala el documento, y añade: “nuestros hermanos migrantes nunca deben ser moneda de cambio”.
Afirmó que “ninguna negociación debe colocarse por encima de lo que la Iglesia y la sociedad civil han defendido por años: la no criminalización de los migrantes ni de los defensores de derechos humanos que muchas veces luchan a favor de la dignidad a contra corriente y con riesgos importantes para su propia seguridad”.
Los obispos mexicanos consideraron que si nuestro país ha rechazado la construcción de un muro, ahora no puede convertirse él mismo en ese muro, pues la Iglesia católica está convencida de que es necesaria una justa política migratoria que, por un lado, garantice un tránsito de personas libre, ordenado, regulado y responsable, y por otro lado vele por los intereses legítimos de los miembros de la nación.
Sin embargo –explican– en este momento histórico, gobierno y sociedad no deben claudicar en promover el desarrollo humano integral para Centroamérica y el Sureste mexicano. “México no se encuentra aislado. Es un país hermano que debe construir junto con los países centroamericanos una estrategia que atienda al bien común regional”.
Por esta razón, pidieron formalmente a los gobiernos de México y de Estados Unidos hacer un compromiso permanente para privilegiar siempre el diálogo y la negociación transparente en las relaciones bilaterales, sin caer “en la fácil tentación del chantaje o la amenaza”.
Asimismo, se comprometieron a continuar brindando a los migrantes la ayuda humanitaria que requieren en su tránsito por territorio nacional. “Por lo que manifestamos nuestro respeto y reconocimiento a los miles de hombres y mujeres de la Iglesia católica, de otras iglesias y de la sociedad civil, que por décadas han defendido a riesgo de su vida, los derechos fundamentales de los migrantes en México, Estados Unidos y Centro América”.