Las brechas sociales que dejó al descubierto la resaca de la Gran Recesión (2008-2014) muestran “un proceso de contrarreforma social profunda” que está derivando en “una crisis de legitimidad del sistema político y su entramado institucional”. El diagnóstico, pues, es grave. Lo acaba de certificar el prestigioso informe FOESSA, cuya VIII edición se ha presentado esta mañana en Madrid y que no dejará indiferente a las instancias sociales concernidas, pues siempre pone el dedo en las llagas que disgusta mirar.
Y es que el dibujo que han tejido los 130 investigadores de 30 universidades españolas gracias a las 11.655 encuestas a familias realizadas en 17 comunidades autónomas (algo de esta envergadura solo está al alcance del Instituto Nacional de Estadística), muestra “un momento de clara mutación social” en España, “un cambio sin precedentes”, “un tiempo donde las brechas que se están produciendo, como la desigualdad, la debilidad de los sistemas de gobernanza globales, la erosión de las instituciones públicas, la gestión insolidaria de la crisis, el ascenso de los particularismos y las actitudes reactivas y xenófobas que consolidan el individualismo posesivo están hipotecando el futuro”.
En sus más de 800 páginas, esta prolija anatomía de la última década analiza los riesgos a los que la crisis económica nos ha dejado expuestos, sus consecuencias, las respuestas que se le están dando, la evolución de la reacción de los ciudadanos ante ella, así como las mejoras que se necesitan para volver a soldar un tejido social que aparece claramente deshilachado.
De esta manera, el VIII Informe FOESSA constata que la exclusión social se enquista en una sociedad cada vez más desvinculada, en donde el 18,4% de la población española (8,5 millones de personas) está en exclusión social, 1,2 millones más que antes de la crisis y en donde la vivienda se ha convertido en el primer factor de exclusión social y ha llevado a que en la actualidad dos millones de personas vivan con la incertidumbre de quedarse sin casa.
“Es informe nos alerta de que estamos optando por una serie de dinámicas engañosas y de poca calidad para que todos podamos vivir mejor y el bien común sea el mejor valor. Hemos roto consensos básicos y se advierten riesgos que pueden dificultar avanzar hacia una sociedad integradora, ante el auge del individualismo, el desarrollo de la lógica económica y de mercado, incluso como referente moral a la hora de tomar decisiones, y ante una desconfianza ante lo político y lo público para dar una respuesta a la situación actual”, señaló Raúl Flores, secretario técnico de la Fundacin FOESSA.
Y es que los devastadores efectos de la Gran Recesión –anualmente radiografiados también por los informes de Cáritas Española, de la que depende la Fundación FOESSA– han situado a las instituciones en “la encrucijada de naturalizar sus efectos o de reinventar un nuevo humanismo, también económico”. “Nos enfrentamos –dice el informe– a una elección entre una sociedad que acepte la desigualdad y la exclusión u otra que reinvente un modelo integrador también en la organización y desarrollo de la dimensión económica”.
Y es que, según señaló Guillermo Fernández, coordinador del VIII Informe FOESSA, estamos asistiendo a “un cambio sin social sin precedentes desde su él último cuarto del siglo que está hipotecado nuestro futuro. Una sociedad estancada para la que no funciona el ascensor de la movilidad social, con un grupo especialmente vulnerables, 4,1 millones de persona en exclusión severa, e invisibles para los partidos políticos, y dentro de este grupo, 1,8 millones de personas expulsadas”.
De no afrontar los desafíos derivados de una situación que “ha acarreado la ruptura parcial de cuatro grandes pactos sociales” (fiscal, laboral, intergeneracional e interterritorial), “el futuro cercano en Europa y en España podrá llegar a ser políticamente convulso o socialmente polarizado”, señalan los expertos en sus análisis, que advierten también de que “el proceso de cambio de época histórica en el que estamos inmersos está haciendo emerger un tipo de ciudadanía sustancialmente desconfiada, individualista y meritocrática”, que “nos enfrenta a la encrucijada de elegir entre dos tipos de sociabilidad, una, en la que las relaciones sean sustancialmente competitivas, u otra, en la que prime la cooperación”.
En medio de esta situación, Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas Española, ofreció los datos y análisis de este informe “con la intención de transformar la realidad, una propuesta ética y social desde la Iglesia, porque son unas investigaciones coherentes y amasadas con el análisis de la experiencia y forman parte esencial de la actividad caritativa”.