Desde que se manifestara por primera vez en agosto del pasado año, el brote de ébola que azota a la República Democrática del Congo se ha confirmado como el más letal de la historia del país en cuanto a la tasa de mortalidad, que ha llegado al 67%, con 1.343 muertos y 2.008 contagiados. Por si fuera poco, una de las zonas más afectadas es Kivu Norte, una región que ha padecido como pocas los efectos de la guerra.
El hecho de que la enfermedad golpee en un ámbito marcado por la violencia es especialmente nocivo a la hora de tratar de controlar sus efectos. Y es que ya se han registrado más de 130 ataques a centros de atención. Una situación que se da por ciertas creencias tradicionales, que asimilan el ébola al hecho de estar poseído por un mal espíritu.
Vida Nueva ha podido contactar con la misionera española Victoria Braquehais, de la Congregación Religiosas de la Pureza de María Santísima, que está en Kazenze, al sur del país. “El ébola –cuenta– golpeó por primera vez en R. D. Congo en 1975. Hasta ahora, siempre ha sido en la zona oeste, siendo esta la primera vez que se da en el este. A nosotros nos pilla lejos, pues este es un país inmenso, pero es una realidad muy preocupante, jugando en contra cuestiones culturales, como el modo en que se hacen los entierros. Aquí se toca y se prepara al difunto, pasando de un poblado a otro, dándose muchos contagios por esto en otras epidemias”.
Con todo, Braquehais advierte que, “pese a que el ébola tiene mucho impacto en Occidente, siendo cierto que es algo tremendo, la realidad es que aquí hay otras enfermedades más dañinas y que son ocultas, como la malaria, cuyo impacto entre los niños de hasta cinco años es tremendo, o el cólera, que en Lumbasi ha causado muchas víctimas mortales en los dos últimos años, una realidad que ha pasado mucho más desapercibido en Europa”.
Así, para la misionera, la peor enfermedad es “la miseria que mata la vida de tantas personas, teniendo casos en nuestro hospital de niños que han muerto por malnutrición. Es mucha la gente que no puede llevar una vida digna y que lucha por sobrevivir; un gran mal, porque es gente que podría aportar mucho al país”.
“Como misionera –concluye Braquehais–, le pido al Señor no acostumbrarme al dolor de los demás. Vivimos en un contexto en el que la mayoría solo busca salir adelante. En nuestro poblado, el 95% vive con un dólar al día para toda la familia entera. No quiero ponerme una coraza frente a ello, quiero abrazar estas realidades de dolor con un amor artesanal y, como Jesús, tratar de aliviar el sufrimiento humano”.
Esta revista también ha consultado a dos miembros de Entreculturas que están estos días visitando proyectos en el país apoyados por la entidad jesuita: Luca Fabris, responsable de Cooperación en África, y Bárbara Gil, técnica de Cooperación. “Estamos en Masisi, en Kivu Norte –explican–. Aquí la situación está relativamente tranquila respecto al ébola, aunque no hay mucha información. La gente no parece demasiado asustada, pues hay muchas medidas preventivas, en las carreteras, en los locales púbicos… Están monitoreando todo, incluso tomando la fiebre a la gente en los puntos de paso y haciendo que se laven las manos con desinfectante”.
Con todo, los dos representantes de Entreculturas piden hacer una reflexión conjunta: “Desde fuera, parece que los problemas del país se reducen a la epidemia, pero los problemas del día a día de la población no están relacionados con ello, sino más bien con la pobreza, la violencia, con los grupos armados, con la exclusión de todos… y muchas otras enfermedades que afectan a la gente de diferente forma. Pero, sobre todo, lo que les perjudica es no tener acceso a la educación, a la salud, a la comida o a una vivienda digna”. De ahí que pidan “relativizar el impacto del ébola, sobre todo teniendo en cuenta la gravedad de la situación de los congoleños en su día a día”.
Al cierre de esta edición, llegaba una notica preocupante… Pese a las medidas de seguridad adoptadas por las autoridades congoleñas para evitar que la epidemia pueda extenderse, el Ministerio de Sanidad de Uganda ha confirmado un primer caso de ébola en el país, registrado en Kasese, a unos 60 kilómetros de la frontera congoleña. El afectado es un niño congoleño de cinco años que, días antes, había estado en su país con su familia.