Entrevistas

José Casanova: “Hagamos cardenales a las mujeres y que dirijan la Iglesia”





Profesor de Sociología de la Religión en la Universidad Georgetown, en Washington DC, José Casanova es uno de los más prestigiosos estudiosos en la materia. Autor de ‘Religiones públicas en el mundo moderno’ (PPC, 2000), un clásico en este campo, y con otras reconocidas obras sobre la relación entre la globalización, la inmigración, la religión y la secularización, este experto de origen español que lleva más de 40 años viviendo en Estados Unidos, participó recientemente en Roma en el congreso sobre derechos humanos celebrado en la Universidad Pontificia Gregoriana. En él ofreció una conferencia que trató sobre la libertad de pensamiento y de religión en la esfera pública.

PREGUNTA.- ¿Tiene Francisco capacidad para recolocar a la Iglesia en el espacio público?

RESPUESTA.- Al principio, sí. Dijo que no iba a cambiar la doctrina y puso el énfasis en el Evangelio, en lo que nos define para ser cristianos. El problema de Francisco es que con él surge el síndrome del hijo pródigo. Ha ido a buscar al hijo perdido, pero sin tener en cuenta el sentimiento del que se ha quedado en casa y ha sido fiel. Luego está la dificultad ligada al analfabetismo sobre lo que es la Iglesia, que lleva a pensar que lo que define a los católicos es el confesionalismo moral. Y, por supuesto, los escándalos por los abusos sexuales, que se están comiendo todo. Sin olvidarnos del conflicto interno dentro de la Iglesia ni de la incapacidad del clericalismo para autorreformarse. Francisco vio que el problema principal de la Iglesia es el clericalismo.

P.- ¿Eso lo arregla un pontificado?

R.- No. La única solución es meter a las mujeres en el poder en la Iglesia. No hablo del sacerdocio. Hagamos a las mujeres cardenales y que dirijan la Iglesia. Está claro que la cuestión no es el sacerdocio, sino el poder, el clericalismo. Lo interesante de Francisco es que no es un reformador autoritario, desde arriba. Sabe que mañana puede llegar un Papa distinto y cambiar las cosas. La posición suya es la de abrir procesos, no ocupar puestos y que el tiempo es más importante que el espacio. Pero luego se da cuenta de que no hay tiempo y que le atacan. Trata entonces de reaccionar y se vuelve una persona contradictoria tanto para los católicos como para los de fuera.

P.- ¿Cómo puede afectar al rumbo de la Iglesia la internacionalización del Colegio Cardenalicio que Francisco está llevando a cabo?

R.- Unos de mis trabajos recientes es sobre los jesuitas en la modernidad temprana, porque fueron un modelo de cristianismo pluralista. Tenían la idea de que el cristianismo se hiciera chino o japonés y no de europeizar a los nuevos cristianos. El Concilio Vaticano II solo pudo darse porque había una globalización anterior de la Iglesia. Ser católico en Latinoamérica es diferente a serlo en Asia. Luego llegó la reacción contra el Concilio y comienzan los intentos de controlar por parte de Roma. Es lo que hicieron Wojtyla y Ratzinger. Ha habido una romanización, una centralización romanizante.

Se intentó quitar la autonomía ganada por las conferencias episcopales y nombrar a obispos en todo el mundo a la medida de Wojtyla. Lo que les hacía episcopables era la cuestión del aborto y de cerrarse al sacerdocio femenino. Francisco está creando cardenales con un perfil más pastoral e intenta abrirse a las Iglesias locales, pero hay un miedo enorme al pluralismo. Y eso que la Iglesia es lo que es porque hay dominicos y franciscanos, que se mataban entre ellos, y jesuitas, Opus Dei y Comunión y Liberación. Para mí hay sitio en la Iglesia católica para todos. El intento de unificar y homogeneizar acaba con la vitalidad que viene desde abajo.

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