Ha vuelto el culto a Notre Dame. La catedral de París ha acogido la primera celebración de la eucaristía tras el incendio que asoló buena parte de la nave central hace ahora dos meses, el pasado 15 de abril a las puertas de la Semana Santa. Con la plaza frente a la fachada a punto de abrirse y probablemente acondicionarse para las principales celebraciones litúrgicas, poco a poco irá volviendo la normalidad a la seo parisina.
La fecha elegida no ha sido indiferente ya que es cuando se conmemora la dedicación de la catedral, conmemoración litúrgica que ha sido revalorizada tras la reforma del Vaticano II. En esta ocasión, a pesar de lo reducido del aforo que ha podido disfrutar de la celebración –con casco de seguridad–, los textos de la ceremonia han estado revestidos de un significado más especial.
“Una cultura sin culto se convierte en una incultura”
En su homilía, el arzobispo de París, Michel Aupetit, recordó que la catedral se construyó “para demostrar el impulso del hombre hacia Dios”. Un templo que nació “de la fe de nuestros antepasados” y que se ha “proyectando mucho más allá de una sola generación”.
Para Aupetit, Notre Dame “nació también de la caridad, ya que está abierta a todos, es el refugio de los pobres y de los excluidos que encontraron allí su protección”, algo que se complementa con el gran hospital que se encuentra junto a la seo.
Por ello reafirmó que “esta catedral es un lugar de culto, es su propio y único propósito. No hay turistas en Notre-Dame, porque este término es a menudo peyorativo y no permite que el misterio que impulsa a la humanidad a venir y buscar un más allá de sí misma. Esta propiedad religiosa, esta riqueza espiritual, no puede reducirse a una propiedad patrimonial. Esta catedral, obra común al servicio de todos, es sólo un reflejo de las piedras vivas que son todos los que entran en ella”, señaló.
“Una cultura sin culto se convierte en una incultura”, añadió. Por ello, condenó “la abismal ignorancia religiosa de nuestros contemporáneos por la exclusión de la noción divina y del propio Nombre de Dios en la esfera pública”. “La catedral es el fruto del genio humano, es la obra maestra del hombre. La persona humana es el fruto del genio divino. Es la obra maestra de Dios”, concluyó lejos de toda polémica sobre la llegada de las ayudas prometidas para la reconstrucción de la emblemática catedral.