Más de 10.000 personas se congregarán el próximo 30 de junio en el Cerro de los Ángeles para participar en la ceremonia de la renovación de la consagración de España al Corazón de Jesús, con motivo del centenario de la que realizara en 1919 el rey Alfonso XIII, y por lo cual el papa Francisco ha concedido un año jubilar a la Diócesis de Getafe.
Ante este momento cumbre que jalona una serie de destacadas celebraciones diocesanas, el obispo de la sede madrileña, Ginés García Beltrán, y su auxiliar, José Rico Pavés, han hecho pública el 18 de junio una extensa carta pastoral en la que invitan a todos los fieles diocesanos, pero también a los del resto de España, a unirse “con devoción profunda” a esta renovación, que no tiene otro motivo que “a todos llegue el amor de Dios”.
No obvian los pastores desde las primeras líneas que “no pocos se preguntan, fuera u dentro de la Iglesia Católica”, si tienes sentido renovar en nuestros días esta consagración, toda vez que la situación social y religiosa dista tanto de la que vivía España hace cien años”. Por ello, aseguran que esta consagración “no es un acto de reivindicación de una situación sociopolítica del pasado, sino un ejercicio de devoción mediante el cual confiamos la realidad de nuestra patria –sus miembros, familias, pueblos e instituciones– al Corazón de Jesús”.
Se trata, añaden los obispos, de entender este acto “como una manifestación de piedad, desvinculada de cualquier lectura política o de nostalgias de épocas pasadas”, y que lo que se pretende ese día “es rezar por el bien de todos cuantos formamos la realidad de España”.
En la carta, titulada ‘Mirar al que traspasaron’, García Beltrán y Rico Pavés, ante aquellos que piensan que una nueva consagración pública como la que se va a realizar “ha perdido actualidad” y que “un nuevo concepto y misión de la Iglesia y las nuevas circunstancias de la sociedad no dejan lugar a una renovación”, dicen, sin embargo, que “más que nunca necesita el mundo el testimonio vivo de nuestra fe en Cristo resucitado”. “Y si este testimonio requiere necesariamente las obras –añaden–, incluye también la pública y comunitaria profesión de nuestra fe”.
Por ello, dirán más adelante, esta consagración –que aparece en un momento en el que “no faltan quienes pretenden desterrar de la sociedad y de las instituciones toda referencia a Cristo y a la Iglesia” – aparece como “oportunidad magnífica para impulsar una nueva etapa evangelizadora”.
La fórmula, “cuando las expresiones de odio, burla y desprecio a los creyentes parecen por momentos multiplicarse por el mundo”, pasa por “la reacción del amor” para, a través de Jesús, curar las heridas que el pecado ha dejado “en el corazón del hombre, del mundo y también de la Iglesia”, como reconocen.