Con más lentitud de la prevista. Así va, trece meses después de su publicación, la adaptación de las comunidades de vida contemplativa a la instrucción ‘Cor orans’, elaborada por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) para aplicar ‘Vultum Dei quarere’, la constitución apostólica de Francisco del año 2016.
“Hay resistencias sobre todo con la obligatoriedad de federarse, porque hay monasterios que han vivido de forma aislada mucho tiempo y ahora les cuesta dar ese paso. Les supone prescindir de rutinas y ceder cuotas de poder, pero no caen en la cuenta de que la federación –y no porque la haya pedido el Papa ni la CIVCSVA– es una figura muy positiva para estas comunidades desde el punto de vista del espiritual, formativo, económico… Porque en un monasterio en el que conviven 6 ó 7 monjas, ¿cómo van a ser capaces, por ejemplo, de organizar una formación continua, con los requisitos que se les pide?”, se pregunta un obispo consultado por esa revista.
En el Vaticano, tampoco dan abasto con el proceso, a pesar de que el 80% de los monasterios españoles estaba ya federado a finales de 2018. En todo caso, el principal escollo son los recelos a federarse de algunas comunidades. Sin mayores problemas en clarisas, franciscanas o agustinas, las reticencias se concentrarían, sobre todo, en la familia carmelitana. “Algunas quieren formar parte de la Asociación Santa Teresa de Jesús”, señala el obispo, una escisión de las carmelitas descalzas fundada por la Madre Maravillas.
Pero, ¿por qué optar asociarse en vez de la federarse? “Pertenecer a una asociación supone integrarse en una entidad mayor, pero sin las implicaciones ni exigencias de una federación. El de la asociación es un concepto más amplio y elástico, con una vinculación más laxa. Por eso la prefieren algunas”, señala el pastor.