“La falta de alimento y de agua no es un asunto interno y exclusivo de los países más pobres y frágiles, sino que concierne a cada uno de nosotros”, ha dicho el Papa a los participantes en la 41ª Sesión de la Conferencia de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), a quienes ha recibido hoy en el Vaticano. “Todos estamos llamados a escuchar el grito desesperado de nuestros hermanos y a poner los medios para que puedan vivir viendo respetados sus derechos más básicos”, ha subrayado.
Y es que, recordando los objetivos 1 y 2 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que versan sobre acabar con el hambre en el mundo, Francisco ha dicho que esto supone “un gran desafío”, aunque “se debe reconocer que en los últimos decenios se ha visto un gran avance” en este sentido.
Sin embargo, ha expresado la necesidad de “seguir trabajando conjuntamente para profundizar e incrementar, con responsabilidad y determinación”, los esfuerzos dirigidos a alcanzar el objetivo de acabar con el hambre. Para lograrlo, “uno de los medios que está a nuestro alcance es la reducción del derroche de alimentos y de agua”, ha apuntado el Papa, para lo cual “la educación y la sensibilización social es una inversión tanto a corto como a largo plazo”.
El papel de las instituciones
Francisco ha señalado la “evidente conexión” entre fragilidad ambiental, inseguridad alimentaria y movimientos migratorios. “El aumento del número de refugiados en el mundo durante los últimos años nos ha demostrado que el problema de un país es el problema de toda la familia humana”, ha recalcado el Papa.
Por este motivo, y con el objetivo de que todas las personas tengan asegurada la alimentación, “se necesita promover un desarrollo agrícola en las regiones más vulnerables, fortaleciendo la resiliencia y la sostenibilidad del territorio”, algo que solo será factible “invirtiendo y desarrollando tecnologías” que lo permitan, así como “ideando políticas innovadoras y solidarias para el desarrollo”.
Por último, el Papa ha señalado la responsabilidad de la FAO, así como de otros organismos internacionales, a la hora de “coordinar medidas que aseguren a todos, particularmente a los más pobres, el acceso a los bienes básicos”, y para lo cual ha “reafirmado el compromiso de la Santa Sede a cooperar”, apoyando “el esfuerzo internacional hacia la eliminación del hambre en el mundo y garantizando un futuro mejor para nuestro planeta y para la humanidad entera”.