Liderazgo es igual a servicio. Es la fórmula matemática que manejan todas las religiosas. Desde ahí, se consideran líderes de una institución de la que son el pulmón; suman más de 450.000 en todo el mundo. Es un ejército que, visibles o invisibles, reclaman su presencia en un mundo de hombres. Y es que “el poder no tiene que estar ligado a una ordenación”, mantienen. ¿Cuál es el papel de la mujer hoy en la Iglesia? Tres superioras generales –Instituto Catequista Dolores Sopeña, Siervas de San José y Misioneras Cruzadas de la Iglesia– conversan con sus pupilas sobre un papel que no siempre les ha sido reconocido.
“Incluso desde mucho antes de que la mujer tuviera derecho a voto en la sociedad, ya tenía un papel preponderante en la Vida Consagrada (VC), como una mujer que acompañaba, apoyaba, ayudaba, que lideraba escuelas, hospitales, cooperativas…”, reflexiona Miryam Ávila, superiora general del Instituto Catequista Dolores Sopeña. Sin embargo, recalca que el papel de la mujer hoy en la VC se ha resaltado y se le ha dado una mayor importancia, porque los medios de comunicación lo favorecen, pero desde hace siglos el papel de la mujer como líder ha sido muy importante; aún sin cargos en todos los lugares tiene que asumir un liderazgo”.
Asiente a su lado Lola Quesada, cubana de 34 años que hizo los votos temporales hace siete años. “En el tiempo que llevo en la congregación, siento que siempre hemos asumido un liderazgo en distintos ambientes. Hemos tenido que llevar la delantera arriesgando”. “Y que hoy se nos visibilice, ayuda”, añade.
Hoy está en boca de todos el empoderamiento femenino. Un empoderamiento que las Catequistas Sopeña heredaron de su fundadora, firme defensora de la promoción de la mujer a través de la formación. En ese sentido, un siglo más tarde, esta mirada profética de Dolores Sopeña se traduce también en la formación de las propias junioras. “En la congregación buscamos que la joven se prepare teológicamente y que se especialice en una carrera civil”, explica Ávila. En su caso, es ingeniera industrial, mientras que Lola es pedagoga. No obstante, a quienes llegan al instituto sin estudios universitarios se les aconseja prepararse en áreas como administración de empresas o recursos humanos, amén de la formación religiosa. Además, hablando de empoderar, “empoderemos también al laicado femenino, démosle el mismo papel protagónico”.
Seguir a Bonifacia
Cambiando de continente, la filipina Lillian Ocenar, coordinadora general de las Siervas de San José, bebe del feminismo que se respiraba en los talleres de Nazaret a los que dio vida Bonifacia –fundadora– hace casi 150 años. Comprometida en la promoción de la mujer trabajadora pobre, siguiendo los pasos de Bonifacia y Francisco Butinyà, Ocenar considera que “el hecho de que en la Iglesia el liderazgo esté vinculado a la ordenación, limita mucho la presencia de las mujeres en los espacios de palabra y decisión. Es cierto que el Papa ha ido dando algunos pasos tanto en la incorporación de mujeres a algunos lugares de decisión como en el reconocimiento del lugar secundario que tenemos las mujeres en la Iglesia, pero todavía es una institución muy patriarcal”.
Al mismo respecto, se refiere María Bolea, que a sus 41 años, es prenovicia. “A pesar de la incorporación de la mujer a la vida laboral y a algunos puestos de liderazgo, a la mujer se le sigue discriminando. En cuanto a las propias mujeres sí se observan algunos avances con respecto al autoconcepto, especialmente, por parte de las mujeres jóvenes con cultura y con elevado nivel de estudios que sí se ven valiosas y capaces de ocupar cargos de responsabilidad, si bien el bagaje cultural patriarcal aún tiene un gran peso”, manifiesta la sevillana que se encuentra en el noviciado de las Siervas de San José en Granada desde enero.
Preguntada sobre si la Iglesia es hoy menos machista, la líder de las Siervas de San José considera que “no es fácil cambiar una cultura que está muy arraigada pero, al menos, en bastantes círculos, se reconoce la marginación que la mujer ha sufrido dentro de la Iglesia y el mismo Papa ha dicho que hay que cambiar la situación de las mujeres dentro de la Iglesia, pero los pasos que se han dado todavía han traído pocos cambios y seguimos experimentando actitudes machistas y patriarcales por parte de muchos líderes de la Iglesia. Pero también, como en la sociedad, experimentamos esos micromachismos cotidianos, tanto por parte de los varones como de las mujeres”.
La mirada de Nazaria
De vuelta a Europa, Joaquina Lozano, recientemente elegida superiora general de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, también analiza la situación de la mujer en la Iglesia mientras realiza una visita a varias comunidades de España. “Estamos viviendo un momento de cambio, en el que, en línea con la sinodalidad de la que nos habla el Papa, la Iglesia está percibiendo que hay muchos espacios en los que la mujer tiene mucho que aportar, porque nosotras, siendo visibles o no, somos testigos relevantes de la Iglesia en salida”, reconoce.
Para continuar aportando mujeres formadas a la Iglesia, la juniora argentina Rocío Pedroso está estudiando desde hace dos años Ciencias Religiosas en San Dámaso, donde la presencia femenina aumenta cada curso. Un estudio que la joven compagina con la carrera de Trabajo Social, ya que lo apartó al comenzar el prenoviciado en Cochabamba (Bolivia), país en el que la fundadora, santa Nazaria Ignacia, creó el primer sindicato de mujeres del continente. Rocío también añade su punto de vista al debate sobre el papel de la mujer en la Iglesia. “La VC también se ve implicada por la lucha feminista que se está dando en la sociedad. Nazaria nos legó la lucha por la justicia y la igualdad y hoy también es un gran desafío para nosotras”, subraya.