Admite que le falta tiempo para muchas cosas y que otras las hace “deprisa y corriendo”. Aun así, o precisamente por eso, la profesora y escritora Carmen Guaita (Cádiz, 1960) ha encontrado un hueco para coordinar –junto a Ignacio Buqueras y Bach– Dame tiempo (Fundación SM–PPC), más de un veintena de ‘Cuentos para la conciliación entre trabajo y familia’, ilustrados Marta Marbán.
PREGUNTA.- ¿Conciliar la vida laboral y familiar es todavía un cuento de políticos y empresarios?
RESPUESTA.- Para políticos y empresarios es un reto ante el cual necesitan una amplia y generosa visión sobre el futuro de la sociedad. Ellos deben tender hacia una mayor humanización en este mundo mecanizado, y proteger a las familias como un bien precioso, germen de la supervivencia de todos. Para las familias y los trabajadores en general, es una demanda, un clamor, porque todos necesitamos tiempo y espacio para enriquecernos por dentro como personas.
P.- ¿Productividad y felicidad son aspiraciones compatibles?
R.- Si se entiende por productividad el rendimiento profesional, no solo son compatibles, sino que la felicidad –entendida como “encaje” de una persona en sus distintas facetas– aumenta esa productividad. Está más que demostrado que trabaja mejor a quien su empresa le permite abarcar sin agobios todos los aspectos de su vida.
P.- ¿Basta con acometer un cambio profundo en nuestros horarios para disponer de más tiempo de calidad para los hijos?
R.- Por desgracia, no. La racionalización de los horarios es el ámbito en el cual las empresas y la política pueden y deben intervenir, pero la manera en que una persona ocupe su tiempo familiar depende de su escala de valores. La buena noticia es que la mayoría de las familias desean disponer de tiempo para dedicarlo a sus hijos. Y por eso lo merecen.
P.- ¿Qué podemos aprender de los cuentos que reúne esta obra?
R.- A mí, como coordinadora del libro, me han parecido maravillosos. Enseñan el verdadero significado del tiempo como “espacio de nuestra vida”, abordan la riqueza de la relación entre adultos y niños y muestran, sin ambages, lo importante que es la convivencia familiar para los pequeños.
