“Para los sacerdotes esto ha sido una tragedia”, asegura Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Chile y presidente de la “Comisión UC para el Análisis de la Crisis de la Iglesia Católica en Chile”, formada en octubre del año pasado y que debe entregar su informe final en mayo del 2020.
Valenzuela explica que “el abuso está localizado en una proporción muy menor de sacerdotes, 6% son las cifras que se manejan habitualmente en todas las partes del mundo. La mayor parte ejerce su ministerio y cumple con su misión muy correctamente. Para ellos ha sido terrible el descrédito de su profesión, la desconfianza pública que se ha agolpado sobre ellos, una pérdida muy severa del prestigio y de la credibilidad. En la religión, que confíen en ti, es fundamental”, dijo al diario La Tercera.
El Centro de Políticas Públicas UC y GfK Adimark realizan hace 12 años la Encuesta Bicentenario. El informe del 2018 reveló que la confianza en la Iglesia Católica en Chile cayó de 18% a 9%, y entre los católicos bajó de 27% a 15%, marcando el peor registro desde que se aplica la encuesta, como también la adhesión a la iglesia que bajó al 58%.
El rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez, al presentar esta comisión la semana pasada dijo que había sido constituida como respuesta al llamado del Papa Francisco cuando visitó la universidad en enero del año pasado. “Queremos entender las estructuras de poder, el clasismo de nuestra sociedad, las relaciones desiguales y otros factores que han podido favorecer estos deplorables hechos”, explicó Sánchez.
La comisión, presidida por Eduardo Valenzuela, cuenta con un Consejo de Decanos y tres grupos de trabajo. En la ceremonia de presentación Valenzuela señaló que en esta crisis “se refleja la dificultad que hemos tenido para escuchar y atender a las víctimas; la indiferencia del Estado frente al problema; la incapacidad de los obispos para pedir y recibir la ayuda y consejo que otros pueden brindarle y la tardanza con que los laicos hemos asumido nuestra responsabilidad”. Agregó que la crisis se multiplicó “sobre todo por la incapacidad de las autoridades eclesiásticas para responder con un sentido elemental de caridad hacia las víctimas y de justicia para los responsables”.
Uno de los grupos de trabajo abordará los abusos contra menores en el clero y analizará sus causas y la especificidad que adquirieron en el caso chileno. El segundo grupo documentará el alcance y la efectividad de la respuesta que la Iglesia ofreció a esta crisis y examinará especialmente sus limitaciones y dificultades en la consideración debida a las víctimas. Y el tercer grupo tiene como objetivo analizar el impacto que la crisis ha provocado en las víctimas, en el clero, en el pueblo católico y en la sociedad chilena, especialmente en la experiencia de fe de las personas.
Eduardo Valenzuela señala que, en el caso de Chile, destaca la cantidad de casos de abuso cometidos por sacerdotes de mucho renombre, influyentes y muy conocidos. Ellos llevan una doble vida difícil de comprender. “No sabemos cómo algunos sacerdotes, que además tenían responsabilidad en la formación, en la dirección pastoral, en la administración eclesiástica y cargos de responsabilidad, podían tener esta clase de comportamiento”.
“Una de las conclusiones más firmes del patrón de abuso clerical es que quienes abusan no son sicópatas, no es gente mentalmente perturbada ni desequilibrada. Por eso el abuso es tan difícil de reconocer: nadie se da cuenta e incluso personas que conviven, cohabitan, no se dan cuenta, porque proviene de gente que en apariencia es perfectamente normal. Y el abuso está asociado a ciertos rasgos de narcisismo, de trastornos de personalidad”.
José Andrés Murillo, una de las víctimas del ex párroco Fernando Karadima, participó en el foro durante la presentación de la Comisión, ocasión en la que afirmó que “nos hemos dado cuenta que el abuso sexual es, en primer lugar, un abuso de poder más que sexual”. Agregó que para la víctima de abuso por parte de un sacerdote al que se ha acercado buscando un contenido espiritual a su vida, “no se trata de un problema sexual, se trata de una traición enorme a la promesa de cuidado que hay detrás de la Iglesia y de sus representantes, en primer lugar los consagrados”. Por esto, agregó que es necesario cuestionar las estructuras de poder. Dejó planteada esta pregunta: “¿Es hoy día digna de confianza la Iglesia en el tema de abusos? No sé cuál es la respuesta, pero es la pregunta que hay que hacerse”.
Los tres grupos de esta Comisión seguirán trabajando hasta mayo del próximo año cuando deben entregar su informe final.