Jorge Mario Bergoglio quiso que su primer viaje como obispo de Roma tras su elección en marzo de 2013 fuera a Lampedusa, la isla italiana situada en el centro del Mediterráneo a la que se dirigen los inmigrantes que parten desde las costas libias para intentar iniciar una nueva vida en Europa. Fue el 8 de julio de aquel año cuando clamó contra la “globalización de la indiferencia” durante la misa que presidió en el campo de deportes de esta pequeña isla. El Papa comenzó su homilía recordando precisamente a los “inmigrantes muertos en el mar, por esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza, han sido una vía de muerte”.
El próximo lunes, 8 de julio, cuando se cumplen seis años de aquella visita que desveló cuál iba a ser una de las prioridades del pontificado entonces apenas iniciado, Francisco celebrará una misa por los migrantes a las 11 horas en la basílica de San Pedro del Vaticano. Se espera que participen unas 250 personas entre migrantes, refugiados y aquellos que se han comprometido para salvar sus vida, según explicó este lunes en una nota el director interino de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Alessandro Gisotti.
La preparación de la ceremonia corre a cargo de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que está dirigida personalmente por el propio Pontífice. Este organismo se ha encargado de cursar las invitaciones de la misa, en la que no está prevista la presencia de periodistas.
“El Santo Padre desea que este sea lo más posible un momento de recogimiento, en recuerdo de todos los que han perdido la vida escapando de la guerra y la miseria y para alentar a aquellos que, cada día, se esfuerzan en sostener, acompañar y acoger a migrantes y refugiados”, explicó Gisotti en un comunicado.